La historia de un paciente trasplantado sin acceso completo al medicamento desató una ola de reclamos que obligó al Minsa a intervenir con un préstamo temporal a Essalud
La falta de tacrolimus en hospitales públicos escaló de problema silencioso a crisis visible tras el testimonio de Caterina Foresti, quien denunció en redes sociales que su padre trasplantado lleva días sin recibir la dosis completa del inmunosupresor. Su video en TikTok se viralizó en cuestión de horas y destapó un desabastecimiento intermitente que familias de pacientes trasplantados vienen alertando desde hace semanas, sin que las autoridades actuaran con la urgencia necesaria.
«Estoy teniendo un problema con los medicamentos del Tracolimus. Es un medicamento que usan las personas que usan los trasplantados para que los pacientes no rechacen el órgano. Es un medicamento que solo el estado puede dar», explicó Foresti en su publicación. El tacrolimus no puede suspenderse ni reducirse sin supervisión médica estricta: hacerlo pone en riesgo inmediato la estabilidad del paciente y puede desencadenar el rechazo del órgano trasplantado.
Presión social fuerza respuesta oficial
La denuncia desató una avalancha de testimonios similares. Usuarios reportaron las mismas dificultades en distintos hospitales. Médicos intervinieron en las discusiones para advertir sobre los peligros de interrumpir el tratamiento. La presión obligó a colectivos de pacientes a exigir transparencia sobre los stocks disponibles y medidas inmediatas para garantizar el abastecimiento continuo.
Ante el escándalo, el ministro de Salud Luis Quiroz anunció que el Minsa prestó tacrolimus a Essalud para atender a unos 100 pacientes trasplantados. Según Quiroz, la cantidad alcanzará hasta que llegue el nuevo lote del seguro social, previsto para dentro de 45 días. El ministro prometió ampliar la ayuda si persiste la necesidad.
Solución temporal para un problema estructural
Essalud confirmó el préstamo en un comunicado, pero no precisó cuándo concluirán sus propios procesos de abastecimiento. Esta falta de claridad mantiene la incertidumbre entre las familias afectadas, que exigen soluciones definitivas y no parches temporales que apenas cubren el problema inmediato.
La crisis del tacrolimus evidencia fallas más profundas en la planificación del sistema de salud. Las familias no piden favores: exigen que el Estado cumpla con garantizar medicamentos esenciales para pacientes que dependen de ellos para sobrevivir.



