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Poemas de Bertha Molina “Ruth”, el amor platónico de Mariátegui

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Bertha Molina, la poeta en el interior de un automóvil de la época

Por JOSÉ BELTRÁN PEÑA

Escribir sobre Bertha Molina Bacigalupo, conocida hasta hace relativamente poco tiempo, como “Ruth” por la relación amical, platónica y epistolar que tuvo con nuestro Amauta, José Carlos Mariátegui cuando era muy joven, quien utilizó el seudónimo de Juan Croniqueur, es un honor y un hecho histórico y literario.

Un libro que enaltece la memoria de Bertha Molina y su conexión con Mariátegui

La publicación de este libro de poemas es un gran acierto. En principio, porque la autora, Bertha Molina, fue la mujer que apoyó a José Carlos Mariátegui a través de sus cartas durante sus años de tristeza física y psicológica. Ella lo ayudó, directa e indirectamente, a seguir adelante y a tomar decisiones para su futuro. Fue una época en la que José Carlos escribía poemas en su «edad de piedra» y practicaba el periodismo a través de su correspondencia epistolar entre 1916, 1919 y 1920. Esto puede considerarse como crónicas. En sus escritos, Mariátegui aclaraba la realidad del país y su gente. Formó conceptos claros sobre los centros de poder en el Perú, los cuales, según él, no han cambiado en el siglo XXI. Por ejemplo, en una carta dirigida a ella y fechada el 6 de marzo de 1920, le confiesa y sentencia:

“La agresividad que yo he despertado generalmente me envanece a ratos (contigo no debo ser falsamente modesto). Ves que si no valiese algo, si fuera un mediocre como los demás, no sería posible que suscitase sordas hostilidades…En el Perú es necesario ser absolutamente mediocre para no ser detestado. El talento causa miedo y, por ende, reacción”.

El legado familiar y el contexto de una época

Su padre fue el poeta, periodista y patriota tacneño, Modesto Molina Paniagua (1844-1925). Es conocido en la historia de la literatura peruana como el «Patriarca de las letras tacneñas del cautiverio». Además, es el compositor del Himno de Tacna y del célebre libro Hojas del proceso, que escribió in situ y con total libertad de expresión. Allí cuenta una parte nefasta de la Guerra del Pacífico sin sentimentalismos baratos ni patrioteros. Asimismo, Bertha Molina es la tía abuela de la reconocida y destacada poeta limeña Cecilia Molina.

Para leer este libro de poemas, uno debe retroceder en el tiempo e intentar comprender el ambiente en el que se desenvolvía la autora. Los comportamientos, encarcelamientos y el desarrollo de la sociedad peruana, siempre mojigata, hipócrita y machista, con un índice menor en la actualidad. Pero que aún persiste. Aparte de los desafíos estrictamente familiares, que a veces son un obstáculo invisible que todo escritor debe superar para enfrentarse a la página en blanco, Bertha tuvo cuatro hermanos varones: Herman, Juan, Fausto y Luis. Ella fue la única hermana mujer.

El poemario y sus temas

Poemas de Bertha Molina “Ruth” ha sido publicado en Lima por  Gaviota Azul Editores & Sociedad Literaria Amantes del País. Se tuvo el apoyo de su hija, Iris Oyague Molina, pues nos cedió los originales para su publicación.

            Es un poemario multitemático: conoceremos su poética; la ética del poeta; el cuerpo y el alma; la música, el sonido y la voz. El amor familiar; jugar a las escondidas en el amor; belleza de la fealdad de Mariátegui; erotismo fino; ecológicos; amor a sus ascendientes, a la vida y al amor en su más alto grado de vida.

            La poeta fue una eterna enamorada. Hay poemas que tienen la sencillez de un enamorado adolescente, como felizmente siempre y eternamente será el amor verdadero. Lo demás será contrato, necesidad, interés o facilismo pero nunca amor, leamos:

“No puedo dibujar / la soledad de una piedra / en el camino. / Ni un pájaro volando / apenas, sí un círculo / donde todo está encerrado / tu sonrisa… / tu morada… / tu amor…”

            La verdad que en algunos versos se siente y presiente la imagen de José Carlos Mariátegui, el cojito genial, su amor platónico y su afecto a los caballos. Sinceramente creemos que la poeta se acordó de su “compañero epistolar”, del hombre brillante pero triste y de su fuerza, quebrando fronteras:

“La niña de la plaza grande / tiene ojos de vidrio / y un hombre cojo / sus penas retiene / solo cuando pasan galopando / huyendo del viento / los recios corceles.” 

Reconozco la valía poética de la autora, embellecida con la sencillez universal del amor pero con la sensibilidad de una auténtica escritora. Por lo vertido líneas arriba, reitero que, ya forma parte de la historia y de la literatura peruana. Paralelamente, llenará algunas páginas de la biografía del Amauta, José Carlos Mariátegui.