En otro lenguaje
Por: Jaime Asián Domíguez
El quinquenio 2021-2026 le está costando un ojo de la cara al país. No solo por la crisis económica y social, con un notorio incremento de la pobreza, sino también por el zafarrancho político -por decir lo menos- que nos gobierna y que tiene como protagonistas principales a los impresentables congresistas, parapetados en sus curules, y a una presidenta de la República cada vez más lejana de la aceptación ciudadana, y que tampoco quiere dar un paso al costado.
Hablando específicamente de los “padres de la patria”, se agotan los calificativos para la desvergüenza con que actúan y resulta evidente que están en una carrera contra el tiempo para llenarse los bolsillos y asegurar la impunidad, propia y partidaria. La “Ley prodelincuencia”, como ha calificado el fiscal Jorge Chávez Cotrina al cambio del concepto de crimen organizado, es una muestra tangible. Pretenden dejar inermes a la Policía y a la Fiscalía con el único afán de protegerse.
Tampoco quieren que nadie les haga sombra en sus apetitos electorales y, en el entendido de que son los dueños del circo, han dado el primer paso para bajarse a los más de cien partidos regionales. Freddy Vracko, presidente de la Asociación de Movimientos Regionales, cantó claro: “Hay que parar en seco a este Congreso mafioso”, mientras el JNE cree que el capricho legislativo “supone una afectación injustificada al ejercicio del derecho a la participación política”.
Y, como si todo esto fuera poco, nuestros “otorongos” le han ratificado la firma a la “Ley impunidad”, impulsada por Perú Libre, el partido del prófugo Vladimir Cerrón (¿para cuándo su captura?). “Alerta de impunidad. La norma 31751, la cual reduce los plazos de prescripción, había sido considerada desproporcionada e inconstitucional por la Corte Suprema”, alegó con toda razón el economista Manuel Romero Caro.
La verdad es que este Congreso de “Niños”, “Mochasueldos”, Sotos, Gonzas, Darwines y demás hierbas es para llorar.