La FAP captó por primera vez imágenes de una aeronave ilegal que violó el espacio aéreo peruano. El corredor aéreo moviliza droga peruana hacia Bolivia y luego a Europa, mientras el Estado carece de capacidad legal para derribar las naves.
El 15 de marzo de 2025, la Fuerza Aérea del Perú registró evidencia visual inédita de una narcoavioneta boliviana que ingresó ilegalmente al Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro. La aeronave despegó desde una pista clandestina en plena selva a las 11:05 de la mañana. Cargaba hasta 400 kilogramos de cocaína con destino presunto a Cochabamba, según reveló la inteligencia peruana.
Tres aviones de la FAP interceptaron la nave y ordenaron su aterrizaje inmediato. El piloto ignoró las instrucciones y continuó su ruta hacia Bolivia. La legislación actual prohíbe derribar aeronaves, lo que limita las acciones militares a identificar las naves y destruir pistas ilegales. Esta restricción legal convierte al cielo del Vraem en territorio prácticamente libre para el crimen organizado.
Un corredor aéreo que opera sin freno
Datos obtenidos por ContraCorriente confirman que 36 narcoavionetas bolivianas ingresan mensualmente al Vraem para recoger droga peruana. Esto suma 432 vuelos al año que transportan más de 172 toneladas de clorhidrato de cocaína de alta pureza. Los narcotraficantes utilizan monomotores y bimotores con capacidad para cargar entre 400 y 800 kilos por operación.
La inteligencia peruana identificó 203 pistas de aterrizaje clandestinas en el Vraem. Solo tres permanecen activas actualmente. Cusco presenta una situación similar con cifras equivalentes de infraestructura ilegal. Estas rutas conectan directamente con Bolivia y desde allí la droga viaja hacia mercados europeos.
Un negocio millonario que corroe al Estado
El presidente boliviano Rodrigo Paz declaró que «Bolivia y Perú deben enfrentar juntos esta amenaza». Reiteró su compromiso con la lucha antidrogas en un contexto regional donde ambos países enfrentan presión internacional.
El narcotráfico aéreo consolida al Perú como segundo productor mundial de hoja de coca y cocaína, superado únicamente por Colombia. Esta economía ilícita genera millones que fortalecen redes criminales y corrompen autoridades locales. Mientras tanto, el Estado intensifica su vigilancia para neutralizar pistas clandestinas, pero las narcoavionetas continúan surcando los cielos del Vraem con impunidad casi absoluta.



