Esteban Bracamonte Luna
Les ha pasado que compartir casa con alguien es re complicado?
Para mí algunas veces casi imposible. Soy el único hombre en una casa llena de mujeres: mamá, hermanas, abuela…y hasta la perra, no pudieron comprar perro!
Con esta realidad, tengo permiso para rajar de las princesas.
Si le ponemos un poco de lógica:
Rapunzel, Desde pequeño me pregunté cómo se lavaba el cabello en una torre? . Sin shampoo, o acondicionador… ese pelo no era mágico, era un nido de pájaros! Mi hermana se queja si no encuentra su tratamiento.
Cenicienta. Tenía dos vestidos: uno para limpiar y otro para el baile. ¿Y no se quejaba? Las mujeres q conozco con el clóset lleno siempre dicen: “no tengo nada que ponerme”. Y encima vivía con ratones. Todas dicen: “¡ay qué romántico!”. No, por favor. ¡Eso es llamen a quien fumigue !
La Bella Durmiente. Un príncipe random la besa mientras dormía. Hoy en día, eso es delito, no romance.
Blancanieves. Vivía con siete enanos. ¡SIETE! Yo compartí cuarto con un primo un verano y casi nos matamos. Eso no es un cuento, ¡es un reality show de cómo sobrevivir
Bella. Se enamoró de una bestia. Literal. Me la imagino contándole a sus amigas: Bueno, lindo no es… pero tiene plata y un castillo enorme”. Mi abuela dice que eso es ser práctica. Yo digo que es tener bajos los estándares . Y ni que decir de los muebles que hablan… ¡eso no es magia, es que necesita urgente terapia!
Ariel. Perdió la voz por un tipo que ni sabía cómo se llamaba. Dejó a su familia real por un desconocido. Intensa la niña. A mí me regañaron por salir sin avisar una vez y no contestar el teléfono … no me imagino si me hubiera ido con una desconocida, tendría una denuncia por desaparición.
Y Aladino? Básicamente el primer catfish o suplantador de la historia. Se hacía pasar por príncipe con una lámpara que había robado. Hoy tendría un documental en Netflix: “El estafador del desierto”.
Y Elsa. Todos dicen: “ay qué independiente, se fue a un castillo de hielo”. ¡No! Tenía problemas de convivencia y cero manejo de emociones. A terapia en una!
Así que, si quieren que las niñas sigan creyendo en princesas, allá ustedes. Pero a mí… ¡no me vengan con cuentos!