El patriarca de los Humala descarga su furia contra la exprimera dama y su hijo: mientras ella huye a Brasil con asilo político, él purga condena en Barbadillo. Una familia destrozada por la corrupción.
La justicia peruana ha escrito otro capítulo bochornoso en la historia de impunidad política. Ollanta Humala cumple condena en Barbadillo por lavado de activos, mientras su esposa, Nadine Heredia, disfruta de asilo político en Brasil gracias a su amistad con Lula da Silva. Pero el golpe más duro lo ha dado Isaac Humala, el padre del expresidente, quien no solo ha denunciado la injusticia de las penas, sino que ha retratado a la pareja como lo que siempre fueron: una farsa de poder construida sobre mentiras y robos al Estado.
Nadine Heredia: la ambición sin límites
Isaac Humala no tuvo reparos en señalar a su nuera como «la más pecadora» del entorno familiar. «Todo el mundo le echa la culpa a Nadine, que desde un comienzo le gusta el dinero», declaró. Y la realidad le da la razón: mientras Ollanta jugaba al militar nacionalista, Nadine operaba en las sombras, recibiendo millones de Odebrecht y del chavismo venezolano para financiar campañas fallidas. Hoy, mientras el Perú sufre las consecuencias de su gobierno, ella huye cobardemente a Brasil, protegida por un régimen que también tiene las manos manchadas de corrupción.
Ollanta Humala: el títere sin honor
Si Nadine fue la cerebro, Ollanta fue el cómplice útil. Un exmilitar que traicionó sus supuestos valores por poder y dinero. Pero lo más grave no es su condena, sino su doble moral. Mientras su hermano Antauro sufría en prisión, él, desde Palacio, le negó el indulto que Alan García estaba dispuesto a conceder. «No puedo tomar un café con un hijo que tuvo torturado a su hermano», sentenció Isaac, dejando claro que, para la familia, Ollanta no es víctima, sino otro victimario.
La burla a la justicia peruana
- A Nadine le rebajaron 11 años de condena, a Ollanta solo 5. ¿Premio por ser más astuta o prueba de que la justicia es un chiste?
- Brasil, bajo Lula, protege a una prófuga, confirmando que la corrupción no tiene fronteras ideológicas.
- El dinero robado nunca fue devuelto, y el Perú sigue pagando los platos rotos de un gobierno que solo sirvió para enriquecer a unos pocos.
Una mancha en la historia del Perú
Ollanta y Nadine no son víctimas, son culpables. Él, por su complicidad; ella, por su ambición sin escrúpulos. Mientras él cumple su condena, ella goza de impunidad en Brasil. Pero el veredicto más duro lo ha dado su propia familia: ni siquiera su padre los defiende. El Perú no olvidará su traición.