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Reflexiones sobre el fariseísmo político y la mezquindad de no reconocer en el enemigo ni un mérito en razón de la muerte de Mario Vargas Llosa

Libertad Bajo Palabra

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por Percy Vilchez Salvatierra

La correción moral no tiene nada que ver con el valor de ningún artista. En general es al revés, pues mientras mas grande es el artista y, sobre todo, el escritor, peor persona es y sobre ello no hay, ni puede haber, ningún problema.
Luego, no veo justificaciones para que se diga que los endoses electorales de Vargas Llosa fueron erráticos y que el tipo, por esa razon, era un hijo de puta (de haberlo sido, seguro no faltarían razones para justificar la descalificación, pero no por asuntos de política electoral).
Si uno se pone estricto se dará cuenta que en política siempre estuvo equivocado y que fue renuente a ver matices en todo momento y, sin embargo, sus detractores y odiadores ven aun mucho menos que él o, ya de plano, no ven absolutamente nada.
Claro que un tipo grandioso de verdad debió siempre proponer el voto nulo ante la fauna rastrera de discapacitados y ladrones que han pretendido ostentar la primera magistratura del país en las últimas decadas, pero Vargas Llosa nunca fue grandioso en nada excepto cuando se lanzó a la presidencia sin tener ni la malicia ni el sentido para tales efectos, pero sií a honestidad intelectual para haber procurado un buen gobierno (que seguro habría sido obstaculizado por los infelices de toda la vida y, ya más claramente, por la turba adepta a la violencia revolucionaria izquierdista y su comparsa pseudoprogresista inofensiva en lo material aunque nociva, como una plaga de mosquitos, en el discurso).
Ahora, el odio de clase y contra el opositor ideológico sigue siendo tan fuerte como en los años ochenta (o aun más) y no sé si será el «terruqueo» banal y superfluo el que ha llevado a tanto oligofrénico a decirle «facho» a medio mundo, pero sea lo que sea, en el caso de MVLL no viene al caso.
Conservador liberal, sin duda, debido a su edad y falta de conciencia crítica, pero fascista no y tampoco neoliberal, temeroso, sí, sin duda, de las políticas izquierdistas desligadas de una planificación exhaustiva, pero no un derechista embrutecido o contrario a los intereses de la nación.
Su error fue creer que podía ser Sartre en un país como este, es decir, un territorio tan desprovisto de lucidez que hace que cualquiera se cree artista, intelectual o político sin que se ejecuten las críticas aniquiladoras correspondientes y necesarias que permiten que, por ejemplo, pasen toda la vida autoengañados y hasta crean que son algo más que la nada que realmente son.
Otro problema adjunto a este punto es que hasta Sartre se quiso meter en las barricadas de Mayo del 68 para vestirse con la onda y moda de su tiempo, en tanto que el Sartrecillo devino en un ciudadano más auténtico y sujeto al sentido común antes que al gusto mayoritario, y, por lo tanto, procuró optar por el mal menor como hacen siempre los demócratas mediocres, mas eso no es un demérito sino una lección de persistencia (expuesto sea esto aun cuando discrepo de sus conocidas determinaciones sufragales).
Incluso su aval a Keiko, en el último tramo de las últimas elecciones presidenciales, se debió a considerar que Castillo era la peor opción y visto el desatre actualmente existente, esa posibilidad resultó siendo mucho más que una mera especulación.
En fin, lo único preocupante es el inclemente odio de quienes se jactan de ser «decentes» o de estar del lado del «pueblo», y, pese a quien le pese, debe decirse que ese nivel de estulticia feroz solo suele verse en fanáticos incapaces de recibir la redención de la inteligencia bajo ninguna circunstancia.
No olvidemos que esta clase de «gente» en los años ochenta hubiera sido, sin ninguna objeción de conciencia, sádicos y crueles adeptos de Sendero Luminoso o, incluso, militantes.
En los años sesenta, hubieran alcahueteado los excesos inhumanos y los asesinatos bien dispuestos por Fidel Castro en total silencio, ya sea por su propia torpeza o por recibir los favores del régimen dictatorial despreciable.
Y así, yendo por diferentes etapas de la Historia, sin duda habrían aprobado o se hubieran quedado callados ante las purgas y matanzas del Terror rojo moscovita de la década de 1930 (como bien hizo Vallejo, y no como bien denunciaron con grandeza autores primordiales como Paz y Sábato).
Y lo peor es que ni siquiera harían una exposición frontal de dichas posiciones e ideas como los huidizos de siempre sino que se las reservarían para sus fueros de amigos y camaradas en lugar de ser transparentes y valientes en sus afirmaciones.
Por todo ello, creo que los actos públicos de las cuatro últimas décadas en la vida de MVLL fueron dados, en gran medida, para honrar a su país y para ser querido por la gente (si eso fue un error o un acierto es aparte), pero, la nula retribución del pueblo y de la gente que puebla la escena literaria e «intelectual» de izquierda es una verdadera comprobación de la locura que se cierne sobre todos ellos, sus modos de vida y sus sueños enfermizos.
Si así quieren forjar un país distinto, imaginen que tengan una cuota de poder y solo el paredón será el símbolo inmediato de la consagración del pseudomoralismo patético que detentan como los grandes fariseos que son.
Es curioso (y trágico) que la propia izquierda que vetó su candidatura en los noventa admita en su seno a bestias como las que pueden decir que el tipo (que, realmente, pudo cambiar el país con su enfoque económico pertinente para salir de la crisis inflacionaria alanista) haya contribuido al desastre realmente existente en este momento en el Perú.
En fin, dejémonos de buenos modales de una vez por todas y digamos las cosas por su nombre y punto:
Que al menos sirva la muerte de este viejo escribidor para reconocer a esta gentuza.
¡Viva el Perú!