Por Percy Vílchez Salvatierra
El auge de la sobreespecialización ha llevado a las humanidades a equívocos como los de la parábola de los ciegos y el elefante en la que aquellos «veían» cualquier cosa excepto un paquidermo. Así, casi todo lo que se produce en medio de papers y documentos grises está condenado a la transitoriedad de su peso, la perentoriedad de su paso y a no abordar sino de soslayo asuntos más importantes y esenciales.
Sin embargo, aunque hay quienes creen que las humanidades no sirven para nada que no tenga que ver con el mercado, el fomento de estas disciplinas es muy importante siempre y cuando no se incida en la uniformización del mundo letrado ahíto de estereotipos y consignas políticas plenamente divorciadas de la realidad y las necesidades de un pueblo que nunca alcanzan a entender.
Por ello es fundamental que se rompa el estrecho marco de las humanidades que se promueven en Lima gestionando la apertura de escuelas universitarias extracapitalinas dado que existe una gran vocación y tradición literaria en distintas regiones del país que precisan brindar oportunidades a los jóvenes, acaso émulos de grupos como Orkopata o Norte, para estudiar lo que les dictan sus fueros internos en su propia tierra.
Lo más problemático sería garantizar que la implantación de estas facultades de letras en las distintas regiones del país, cuenten con el doble móvil primordial de toda práctica universitaria, la búsqueda de la unidad en medio de la diversidad y el goce de la más amplia libertad de pensamiento lejos de toda censura, cancelación o pseudocorrectismo político-ideológico o estupideces como presuntamente estar del lado «correcto» de la historia.
Todo esto es necesario porque hay mucha gente que se dedica a la literatura sin amarla y sin sentirse apasionada por ella y mucha gente que ama a la literatura y la vive apasionadamente, pero tienen que dedicarse a la pedagogía porque no tienen acceso a escuelas específicas sino que deben seguir la carrera de educación con mención en literatura o filosofía, viéndose, así, todos, condenados a una frustración sin límites, a una trágica abdicación de sus más altos sueños.
Quizás por todo esto no hay suficientes intelectuales en la Universidad en general sino una proliferación de técnicos sin una visión orgánica y profunda de la realidad ni de nada.