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Periodista Jorge Ortega relata en libro el trágico éxodo de los Miskitos en Nicaragua

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Hombre de prensa recuerda peripecias en selva centroamericana como enviado de La Prensa de Lima. Sus informes dieron la vuelta al mundo

            El veterano periodista del desaparecido diario La Prensa, Jorge Ortega Negreiros rememora en su primer libro “Nicaragua, una herida que no cierra. La historia de los Miskitos”, la sinuosa y funesta trayectoria de la revolución sandinista que, desde sus inicios, tuvo una política autoritaria y dictatorial, al mismo estilo de la dictadura de la corrupta dinastía de los Somoza, a la que tanto combatió.

            Ortega Negreiros (Lima, 1950) fue un testigo presencial de los primeros años de la revolución sandinista, que triunfó el 17 de julio de 1979 y puso fin a la autocracia de los Somoza -padre y dos hijos-, quienes dominaron Nicaragua desde los años 30, convirtiéndose en los dueños y amos del país, como ahora también lo son el presidente Daniel Ortega, su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo y sus hijos.

            Como enviado especial del diario La Prensa -el más importante del Perú en el siglo pasado, después de El Comercio-, su misión fue informar sobre la situación de los miskitos, un pueblo originario de Nicaragua que, por negarse a colaborar fue víctima de persecución y asesinatos por el gobierno sandinista.

            Acompañado por el reportero gráfico Luis Talledo, Ortega viajó hasta Managua, donde el régimen sandinista, siguiendo la línea cubana comunista, impedía la libre expresión de sus opositores y mantenía una férrea censura, que incluía a los corresponsales extranjeros, los que eran seguidos por soldados en todos sus desplazamientos.

            Los enviados de La Prensa muy pronto sintieron el filo dictatorial de los sandinistas, que los expulsaron del país y enviaron a Miami. Lejos de volver a Lima, Ortega y Talledo se embarcaron a Honduras, y desde Tegucigalpa, pese a los peligros de la selva centroamericana, se desplazaron a la frontera con Nicaragua en la costa caribeña, zona habitada por los Miskitos.

            Estos ya eran perseguidos con saña por los sandinistas por negarse al reclutamiento militar forzoso y luego por oponerse a una reforma agraria vertical, impuesta desde Managua y que les quitaba sus tierras que ellos defendían como su propiedad ancestral, desde antes de la llegada de los españoles.

            El gobierno sandinista por eso los declaró “contrarevolucionarios” y los acusó de estar en connivencia con los Estados Unidos para derribar al régimen, iniciándose  operaciones militares de exterminio, y los obligaron a permanecer en campos de concentración. Todos los intentos de fuga fueron reprimidos por la fuerza y se enviaron helicópteros para ametrallar a los fugitivos desde el aire, sin importar sexo ni edad.

            Los informes de Ortega, que bien recuerda en su libro, fueron portadas de La Prensa y tuvieron rebote mundial a través de las agencias de noticias, al ser los únicos periodistas en estar presentes en el éxodo masivo de cien mil Miskitos que cruzaban las selvas pantanosas y el río Segovia de Nicaragua para refugiarse en Honduras.

            Este primer libro de Ortega Negreiros tiene la virtud de ofrecer el perfil inicial del gobierno de los siete coroneles sandinistas, entre los cuales estaba Daniel Ortega, el cual era intolerante con las voces opositoras y seguía la línea cubana de implantar una dictadura socialista.

            Ese comandante Daniel Ortega, que luchó y llegó al poder para acabar con una dictadura familiar que duró más de 40 años, es el mismo que ahora, junto a su esposa, dominan Nicaragua con mano de hierro y, como los sandinistas de los 80, persiguen y encarcelan a sus opositores, además de adueñarse del país y sus riquezas, como antes lo hicieran los odiados Somoza.

            Esta paradoja nicaraguense, tan común en los países de América Latina, es tal vez la mayor virtud de este breve libro de Ortega Negreiros, que se puede leer fácilmente en un par de horas y pronto saldrá en circulación.

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