En un contexto marcado por la inseguridad, el alza de costos y la menor demanda, las mujeres emprendedoras peruanas están redefiniendo la forma de sostener sus negocios. Más allá de la coyuntura, el emprendimiento femenino se ha convertido en un indicador de resiliencia económica y social: un termómetro que refleja cómo la creatividad, la gestión y la colaboración permiten resistir ante la incertidumbre.
Según el Banco Mundial (2025), las empresas lideradas por mujeres en América Latina han mostrado una recuperación más lenta que las dirigidas por hombres, principalmente por las brechas en acceso a financiamiento y redes de apoyo. Sin embargo, son también las que presentan mayor capacidad de adaptación y control de riesgo, impulsadas por estrategias de gestión más prudentes y colaborativas.
“El liderazgo femenino ha demostrado que la sostenibilidad también se construye desde la prudencia y la planificación”, comenta Willard Manrique, CEO del Grupo Crosland y especialista en Dirección Comercial por el PAD. “Las emprendedoras peruanas entienden su negocio como una responsabilidad con impacto real en sus familias y comunidades, y eso las hace más resistentes frente a la incertidumb la sostenibilidad del emprendimiento femenino depende hoy de tres factores: digitalización, control financiero y redes de colaboración. re”.
En el Perú, donde cerca del 30% de los negocios formales son liderados por mujeres, según Kantar (2025),la digitalización se ha convertido en la principal herramienta para mantener operaciones y clientes activos, especialmente en sectores como moda, alimentos y servicios. Las plataformas digitales ya no solo facilitan ventas, sino también visibilidad, educación financiera y comunidad.
El segundo pilar es la gestión económica. Las mujeres emprendedoras están priorizando modelos de bajo endeudamiento y gasto controlado, optando por reinvertir utilidades y reducir dependencias externas. Este enfoque de eficiencia operativa les ha permitido mantenerse activas en entornos de alta inflación y desaceleración de la demanda.
Finalmente, las redes de colaboración -que van desde asociaciones locales hasta comunidades digitales- se consolidan como su mayor fuente de resiliencia. De acuerdo con ONU Mujeres (2025), el 62% de las emprendedoras latinoamericanas considera que el apoyo entre pares fue clave para sostener su negocio después de la pandemia. En el caso peruano, las alianzas y ferias locales continúan siendo espacios decisivos para mantener ingresos y visibilidad.
“El emprendimiento femenino en el Perú ha demostrado que la sostenibilidad no solo se mide en ventas, sino en capacidad de resistir y adaptarse. En contextos inciertos, las mujeres emprendedoras enseñan al mercado que la disciplina y la colaboración también son estrategias de crecimiento”, sostiene Manrique.
De cara a 2026, el reto será consolidar políticas que reduzcan la brecha de financiamiento y fortalezcan el acceso a tecnología y educación digital. Porque sostener el emprendimiento femenino no es solo un asunto de equidad, sino de competitividad y desarrollo económico sostenible.



