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Excombatiente del Cenepa ahora sirve a la patria desde la Diris Lima Este

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Agustín Neciesup Neciesup también tuvo la misión de ir casa por casa y calles recogiendo a los fallecidos que dejaba la pandemia del Covid-19.

De casta le viene al galgo, dicen. Agustín Neciesup Neciesup puede dar fe de ello. El servidor de la DIRIS Lima Este del Ministerio de Salud (MINSA), en 1995, era integrante del Batallón de Infantería N° 1 de la Legión Peruana de la Guardia, con sede en la Fortaleza del Real Felipe, y fue seleccionado para sentar presencia en “La Cueva de los Tayos” durante la llamada “Guerra del Cenepa”. Entendía como una obligación ofrendar la vida por la patria, tal como pensaba su abuelo, Nicolás Neciosup Nuntón, cuando peleó en “La Guerra del 41”, igual contra Ecuador. Su papá, Lorenzo Neciosup Cumpa, también fue un curtido sargento segundo EP en el Cuartel de Lambayeque.

“Somos cuatro hermanos y soy el único que hizo el servicio militar con el afán de honrar el legado de mi abuelo. No hay mayor satisfacción que defender la tierra bendita que nos vio nacer, el Perú, y yo siempre estuve dispuesto a dar la vida con honor por mi país”, dice Agustín, natural de Ciudad Eten, en Chiclayo, y orgulloso padre de Camilé y Sofía, de 21 y 17 años, respectivamente.

Su amor por el Perú también se puso de manifiesto cuando, ya como reservista y brigadista del Puesto de Salud Alto Perú, en la RIS Jicamarca, tuvo la misión -durante el toque de queda- de ir casa por casa y calles recogiendo a los fallecidos que dejaba la pandemia del Covid-19. “En la segunda ola me contagié y estuve 21 días aislado en mi casa. Mi familia, con mi esposa Gladys a la cabeza, me decía: ‘Ya no te arriesgues, para’, pero más podía mi vocación de servicio”.

ÁNGEL SALVADOR. Pero Agustín Neciesup Neciesup también es brigadista de la Oficina de Gestión de Riesgos y Desastres (OGRD) de la Dirección de Redes Integradas de Salud (DIRIS) Lima Este y, en cumplimiento de sus funciones, fue al encuentro del dantesco huaico producido por el desborde del río Huaycoloro, poniendo a salvo a varios vecinos que eran amenazados por el lodo y el barro.

Hoy, próximo a cumplir 50 años, está suscrito al Puesto de Salud Santa Rosa de Quives, de la RIS Santa Anita-El Agustino, como personal de Informática y Estadística y, a pesar de estar en tratamiento por una parálisis facial, quiere seguir en la brega. “Cualquiera sea el puesto donde me encuentre, lo principal es la asistencia a la persona que lo requiera. Amar al prójimo es amar al Perú”. Además de técnico en enfermería también es técnico administrativo.

De vez en cuando añora la vida militar, en la que las órdenes se cumplen sin dudas ni murmuraciones y se cultivan premisas ligadas a la valentía, la moral y el trabajo. “Cuando como brigadista he ido a la Base Las Palmas, en Surco, y el Cuartel Fuerte Hoyos Rubio, en el Rímac, las melodías de la Banda de Guerra me erizan la piel porque traen a mí mente los días felices que viví sirviendo a mi patria”.