EN OTRO LENGUAJE
Consultor de contenidos y analista político – @jaimeasian
JAIME ASIÁN DOMÍNGUEZ

Alguien escribió: “Los aeropuertos ven más besos sinceros que las bodas. Los muros de hospitales han escuchado más oraciones reales que las iglesias”. El que podría dar fe de esta verdad químicamente pura es el viejo Jorge Chávez, que durante 60 largos años fue testigo de los sentimientos espontáneos y fidedignos que acarrean los reencuentros y las despedidas en ese intenso vaivén diario de pasajeros.
Ahora el ‘Coco’ Chávez de la avenida Elmer Faucett está ‘en modo avión’ para darle paso a un terminal aéreo moderno y de mayor conectividad, con entrada por Morales Duárez, que le permitirá al Perú alzar vuelo hacia la admiración de todo el mundo. “Seguí a mi corazón y terminé en el aeropuerto” dice otro enunciado que certifica a los aeropuertos -y principalmente al nuestro- como el epicentro de las lágrimas y los abrazos más leales.
Y para que sea verdad tanta belleza, hay que terminar ya mismo con dos graves problemas que podrían amargarle la vida a cualquier viajero que aterrice en el Callao: la inseguridad y el infernal tránsito vehicular. De qué nos valdría tener unas instalaciones de primer orden a nivel Latinoamericano si al salir de ellas te dejan sin equipaje, por decir los menos. Estaríamos ante ese añejo dicho popular: “Por dentro flores y por fuera temblores”. Felicitémonos, entonces, por tener el Nuevo Aeropuerto Internacional Jorge Chávez; se trata de una magnífica obra al servicio de la competencia aerocomercial, pero también es cierto que tenemos que dejar de lado el romanticismo para limpiar el camino y que la estadía de nuestros visitantes y del propio usuario nacional sea placentera. El MTC, Lima Airport Partners, la municipalidad chalaca y otras autoridades del sector tienen la palabra.
Eso sí, jamás olvidemos nuestros pasos por el viejo Jorge Chávez y aquella adrenalina que afloraba al estar entre sus salas de espera y sus salas de embarque. Hasta pusieron un coche-bomba en su estacionamiento en tiempos del terrorismo, sin embargo, los pasajeros con destino a la felicidad se cuentan a montones y eso es lo más importante. ¡A volar joven!
“Eso sí, jamás olvidemos nuestros pasos por el viejo Jorge Chávez y aquella adrenalina que afloraba al estar entre sus salas de espera y sus salas de embarque”.