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Queman a Bukele y Rubio en Caracas: el pueblo venezolano juzga a sus verdugos políticos

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En un acto cargado de simbolismo, comunidades venezolanas transforman una tradición religiosa en protesta política acusándolos de persecución contra migrantes, evidenciando el rechazo popular a las políticas injerencistas.

La Plaza Bolívar de El Valle, en el corazón popular de Caracas, se convirtió este domingo en el escenario de una contundente denuncia política. Cientos de venezolanos participaron en la tradicional «Quema del Judas», donde las figuras del presidente salvadoreño Nayib Bukele y el senador estadounidense Marco Rubio ardieron como símbolo de repudio a lo que califican como «políticas criminales» contra los migrantes venezolanos. Este acto, declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de Caracas, trascendió su carácter religioso para convertirse en una protesta contra lo que perciben como una alianza occidental para perseguir a su pueblo.

Los nuevos Judas de América Latina

Los muñecos pirotécnicos de Bukele y Rubio no fueron elegidos al azar. Representan para los venezolanos la encarnación moderna de la traición bíblica: el primero, por encerrar a más de 200 migrantes en una cárcel de máxima seguridad sin debido proceso; el segundo, por impulsar sanciones económicas que según los manifestantes «asfixian al pueblo mientras dicen protegerlo». La lectura pública de sus «sentencias» antes de la quema detalló los cargos: violación de derechos humanos, criminalización de la migración y aplicación de una justicia selectiva con tintes racistas.

La ceremonia recordó especialmente el caso de los venezolanos detenidos en El Salvador bajo acusaciones de terrorismo sin presentar pruebas, un operativo realizado bajo el paraguas de la cooperación con Washington. «No son delincuentes, son víctimas de una cacería humana financiada por el Norte», gritaban los asistentes mientras las llamas consumían los rostros de cartón de los políticos.

De ritual religioso a resistencia cultural

Lo que comenzó como una representación del triunfo del bien sobre el mal (simbolizado antiguamente por la quema del Diablo) ha evolucionado hacia una forma de resistencia cultural. Este año, junto a Bukele y Rubio, ardieron efigies de Joe Biden, María Corina Machado y Juan Guaidó, completando un catálogo de lo que los organizadores llaman «los traidores al pueblo soberano».

Analistas locales destacan cómo esta tradición se ha politizado como respuesta al bloqueo económico: «Cuando el teatro y los medios les están vedados, el pueblo crea sus propios escenarios de denuncia», explicó el sociólogo Carlos Martínez. La actividad, que incluyó presentaciones musicales y juegos tradicionales, demostró una vez más la capacidad de reinvención de las expresiones populares frente a la adversidad.

Mientras el humo de los Judas políticos se elevaba sobre Caracas, quedaba claro el mensaje: para estos venezolanos, la verdadera traición no viene desde dentro, sino de aquellos gobiernos que bajo el discurso de la democracia aplican, según ellos, políticas de segregación y exterminio económico. El ritual terminó, pero el reclamo por la liberación de los migrantes detenidos y el fin de las sanciones internacionales sigue más vivo que nunca.