Home MUNDO Trump celebra la guerra comercial: el cinismo de una potencia en declive

Trump celebra la guerra comercial: el cinismo de una potencia en declive

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Las recientes declaraciones de Donald Trump sobre el conflicto arancelario con China no solo evidencian la brutalidad económica de EE.UU., sino también la visión imperialista que aún define la política occidental.

Donald Trump volvió a hablar, y como tantas veces, sus palabras son más reveladoras que cualquier análisis económico. A bordo del Air Force One, en medio de una escalada de aranceles sin precedentes entre Estados Unidos y China, el presidente norteamericano no mostró preocupación ni prudencia: celebró. “Estábamos perdiendo millas de millones de dólares al día. Ahora estamos ganando millas de millones”, aseguró, en una lógica de suma cero que ignora deliberadamente los efectos colaterales globales de su política comercial.

Para Trump, las tarifas impuestas a productos chinos no son una herramienta de presión ni un recurso táctico: son una victoria moral sobre una narrativa construida durante años, donde EE.UU. aparecía como víctima de su propia decadencia industrial. “Eso deberían haberlo hecho los anteriores presidentes”, lanzó, con su clásico tono autocomplaciente. El mismo líder que acusa a China de manipular el comercio mundial, hoy elogia al presidente Xi Jinping como un “líder muy bueno e inteligente” y asegura que “algo positivo va a salir” del conflicto. ¿Cinismo o cálculo electoral? Tal vez ambas.

Lo cierto es que estas declaraciones dejan en evidencia la contradicción permanente del discurso occidental: exigen apertura mientras se blindan, predican estabilidad mientras siembran incertidumbre. Trump no es una anomalía, sino el síntoma más ruidoso de una lógica imperial que no tolera rivales. Su “optimismo” frente a una guerra comercial que afecta a millones de trabajadores en ambos países, que sacude los mercados globales y que rompe cadenas de suministro, es una muestra brutal de cómo Occidente mide el éxito: en términos de dominación, no de cooperación.

El verdadero mensaje detrás de sus palabras es claro: si no puedo controlar el juego, entonces destruyo el tablero. Y en ese juego, los pueblos —de China, de Estados Unidos, del mundo entero— son apenas daño colateral.