El 28 de enero, la Tv peruana transmitió el asesinato de Víctor Santisteban Yacsavilca, de 55 años, la primera víctima mortal en la ciudad de Lima. Pero las tomas eran confusas, algunas versiones, intentaron sugerir la narrativa, que murió por una piedra que los mismos manifestantes le arrojaron. Tras los comunicados del Minsa, uno que fue borrado, y otro que finalmente «quedó», como golpe por «herida contuso cortante».
Finalmente hace dos días, el periodista Jaime Chincha, en su programa, sacó otra toma donde se apreciaría que la PNP le lanzó una bomba lacrimógena hacia el cráneo. Esto habría originado la herida contuso cortante, de la que tanto hablaron los medios.
Esto le dio un giro sorprendente al caso, pues en todo momento la narrativa del establishment, así como con las víctimas mortales de provincia, alejó de responsabilidad a la PNP. Cuando en casos tan delicados, se debe buscar al culpable caiga quien caiga, por respeto a las familias de los deudos y a las vidas perdidas.
La familia de Víctor espera justicia, esperemos que la obtengan, aunque nada podrá devolverle la vida a este compatriota caído, en medio de las masacres que se viven en el sur del Perú.
La señora Boluarte y su premier Otárola, se encuentran manchados con sangre peruana, de ciudadanos, que sólo buscaban salir de la miseria y el olvido.
Si tuvieran sangre en las venas ya habrían renunciado. Sin embargo, ahora juegan a tirarse la pelota con el congreso, mientras el Perú adolece. ¡No cabe duda de que a estas alturas el punto neurálgico para la pacificación del país será indefectiblemente la asamblea constituyente! El pacto social actual colapsó. Las calles piden uno nuevo, y la subsecuente refundación de las estructuras del estado. La memoria de Víctor, y de todas las víctimas asesinadas, serán honradas cuando tengamos aquel nuevo estado, con el que ellos quizá soñaron.
