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Un año político para quemarlo como piñata

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Por: Toto de la Torre Ugarte

Hubo de todo como en botica destacando el escaparate con cuatro ex presidentes presos en Barbadillo

Al terminar este 2025, uno tiene la sospecha de que el Perú ya no se gobierna, sino que se padece como una enfermedad tropical. La geografía del desastre ha sido trazada con una maestría que solo la improvisación y la mediocridad nacional puede producir. Fuimos testigos de un teatro de sombras donde la ley, tras décadas de letargo, decidió finalmente reclamar sus facturas a quienes se sentían dueños del destino y del tesoro público.

La condena a Ollanta Humala y Nadine Heredia a 15 años de prisión fue el primer aldabonazo. Sin embargo, la huida de la señora Heredia hacia la protección de Lula -un asilo con olor a complicidad ideológica- nos recordó que aquí la impunidad viaja en primera clase.

Luego, el calendario judicial la emprendió con Martín Vizcarra y Pedro Castillo, sentenciados a más de una década de sombra por sus respectivos pecados: la coima provinciana y la conspiración para una supuesta rebelión, respectivamente. Cuatro presidentes presos. ¿Triunfo del Derecho o radiografía de una república podrida?

CHAU, DINA. El Congreso, esa fauna de intereses subalternos, devoró a Dina Boluarte el 10 de octubre. Su vacancia fue un trámite de descarte ante una gestión que dejó al 27.6% de la población en la pobreza, según el INEI.

La sucedió José Jerí, quien hoy camina sobre brasas intentando imponer un «orden» que la calle aún no cree. Y tiene razones: la percepción de inseguridad ciudadana roza el 90%, mientras las extorsiones y el sicariato -que segó la vida del rapero Trvco- desataron paros de transportistas y mineros que paralizaron el país exigiendo la ampliación del Reinfo y, sobre todo, paz.

En el Ministerio Público, la degradación fue total. La pugna entre Delia Espinoza y Patricia Benavides convirtió la fiscalía en un callejón de vecindad. Entre restituciones fallidas y suspensiones de la JNJ, el ingreso de Tomás Gálvez y la posterior inhabilitación de Espinoza por diez años en el Congreso dejaron a la institución en el limbo.

La tragedia no fue solo interna. La ruptura diplomática con Colombia por la isla Chinería y el asilo de Betssy Chávez en la embajada mexicana nos aislaron aún más. Sin embargo, hubo destellos místicos: la elección del primer Papa peruano, Robert Prevost, y la final de la Libertadores en el Monumental fueron paréntesis de catarsis.

Finalmente, el 2025 se llevó al irrepetible Mario Vargas Llosa, apagando la última luz de una generación de escritores latinoamericanos que llevó al español a la cima de las letras mundiales. Ahora nos queda un tablero electoral con los mismos rostros –Fujimori, López Aliaga, Acuña y otros- que prometen salvarnos del incendio que ellos mismos provocaron. El Perú sigue ahí, como un equilibrista ciego, esperando que el 2026 no sea otra página de nuestra historia de la infamia.