• ¿Y las municipalidades? Bien, gracias, inermes frente a fastidiosa publicidad
Un aluvión de carteles, casi una plaga visual de proporciones bíblicas, ha tomado Lima Centro, Norte, Sur y Este, desatando un espectáculo de desorden y mal gusto. Los rostros familiares —Luna, Acuña, Fujimori, “Porky” y otros— aparecen hinchados por la ambición, disfrazados bajo la burda figura de “precandidatos”. Esta proliferación descontrolada en muros y carteles aéreos, de personajes que ni siquiera ostentan una candidatura formal, evidencia una alarmante falta de decoro cívico y una prepotencia estética que asfixia el paisaje urbano.
La ley electoral peruana, aunque precisa en sus prohibiciones, termina convertida en papel mojado. La norma veta la propaganda masiva hasta sesenta días antes de la contienda, pero esta legión de aspirantes se ampara en el “proselitismo partidario” para evadirla. La falla más grave, sin embargo, recae en las municipalidades, responsables de proteger el ornato. Su permisividad, al dejar que paredes y puentes sean profanados, transforma la capital en un testimonio de anarquía administrativa.
Este festival de cartelería no es solo un insulto a la vista: revela la patología política del país. Millones se despilfarran en publicidad anticipada que ya ha generado sanciones cuantiosas, mientras los ciudadanos quedan atrapados entre toneladas de material residual; en campañas pasadas, se superaron las mil toneladas no recicladas. Así, incluso antes de iniciarse el proceso formal, ya se ha consumado el desprecio por la norma y el espacio público. La pregunta que queda es qué tipo de líderes pueden surgir de esta estrategia tan chabacana de inundar la ciudad.
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Leyenda:
Son precandidatos, pero la narrativa de sus carteles es: Presidente 2026.



