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Empresarios uruguayos ejecutan estafa multimillonaria con “vacas virtuales”

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Una estafa con vacas que no existían dejó un agujero de US$400 millones y reveló las grietas del sistema de trazabilidad uruguayo.


Uruguay enfrenta una de las mayores estafas de su historia: miles de inversores confiaron en Conexión Ganadera, un fondo de inversión que prometía engordar sus ahorros a través de la compra de ganado, pero terminaron con vacas que no existían y pérdidas millonarias. El esquema, que operaba como una estafa piramidal, usó el prestigio del sistema de trazabilidad del país para captar más de US$400 millones. La justicia investiga lavado de activos, contratos falsos y desvío de fondos mientras el país más ganadero del mundo lidia con un fraude que dejó incluso un suicidio de por medio.

Un país engañado con vacas que no estaban

“Engordamos tus ahorros. Invertí en el negocio más seguro de la historia”, prometía Conexión Ganadera desde 1999. El modelo parecía simple: los inversores ponían dinero, la empresa compraba vacas y se las cedía a productores rurales para que las engordaran. Luego, las vacas se vendían y todos ganaban.

La empresa llegó a prometer hasta un 20% anual en dólares. Pero detrás de ese discurso estaba una estructura insostenible. En 2025, Conexión Ganadera declaró que no podía pagarle a sus 4.300 clientes con inversiones por US$400 millones, ya que solo contaban con US$150 millones en activos.

“La única forma de mantener esto era que nueva gente diera plata para pagar los intereses y así no se caía el esquema”, explicó a BBC Mundo el abogado Leonardo Costa.

Un contador contratado por la empresa afirmó que, aunque el negocio no empezó como una estafa, “terminó como un esquema Ponzi”.

El encantador de serpientes

El rostro más conocido del negocio era Pablo Carrasco, responsable de la parte ganadera. El dinero, sin embargo, lo manejaba Gustavo Basso, quien captaba los fondos y, según Carrasco, ejecutaba las decisiones.

Tras el colapso del fondo, Basso se suicidó conduciendo a 211 km/h contra maquinaria vial. Una investigación determinó que fue una “acción voluntaria”. Carrasco declaró no saber lo que ocurría. Basso ya no podía defenderse.

“Era un encantador de serpientes”, recuerda Martín Fablet, inversor y figura de los medios uruguayos, quien confió US$270.000 en el proyecto. “No puede ser que dé esa guita, porque tengo amigos que tienen campo y no les da ese número”, le decía a Basso.

Una trampa vestida de tecnología

Uruguay se enorgullecía de su sistema de trazabilidad del ganado. Cada vaca debía tener dos etiquetas codificadas, una digital y otra analógica, además de la marca a fuego y los documentos de propiedad.

Pero la estafa desnudó que el sistema descansaba en declaraciones juradas manipulables. “Era ganado virtual, no existía”, explicó el asesor financiero Felipe Caorsi.

En la investigación judicial encontraron etiquetas guardadas en cajas en vez de estar en las orejas de los animales. “Cuando ibas al Ministerio de Ganadería a ver dónde estaba tu ganado, de los 500 bichos que tenías figuraba que tenías 200”, contó Fablet. Al día siguiente, los datos mágicamente se corregían.

Un modelo copiado, nunca fiscalizado

Conexión Ganadera no fue la única. Otras dos compañías similares dejaron impagos por unos US$100 millones. El negocio se había vuelto tan popular que políticos, sacerdotes y profesionales también invirtieron.

El Banco Central de Uruguay no supervisaba estos fondos porque, tras una advertencia, los empresarios modificaron los contratos para simular una actividad productiva y no financiera.

“La mayoría de los inversores, el 70%-75%, no tienen un solo animal”, afirmó el abogado Juan Pablo Decia.

¿Dónde fue a parar el dinero?

Según Caorsi, Basso desvió dinero a compras de autos de lujo, inversiones inmobiliarias, un frigorífico, tierras y cuentas en el exterior. “Hay dinero aparentemente en el exterior que también sería de los inversores”, indicó el abogado Ignacio Durán.

Una de esas cuentas apareció en un paraíso fiscal, en Andorra. También hay al menos 30 empresas satélite vinculadas al esquema, según informó la Fiscalía a los abogados de los damnificados.

Víctimas desesperadas

Muchos inversores siguen sin saber si podrán recuperar algo. “Las veo demolidas. Y sé que hablando con los abogados les dicen: ‘si no me conseguís la plata, me voy a tener que suicidar’. Me da miedo”, confesó Fablet.

La justicia ya imputó al titular del Grupo Larrarte por estafa, apropiación indebida y liberación de cheques sin fondos. El resto de las causas sigue en proceso.

Lo que parecía una apuesta segura en el país con más vacas que personas terminó siendo una estafa monumental que quebró la confianza en uno de los pilares del modelo agroexportador uruguayo.