Las lluvias torrenciales provocaron inundaciones devastadoras en Mokwa, donde han muerto más de 150 personas y cientos siguen en emergencia.
Las inundaciones causadas por lluvias torrenciales en la ciudad de Mokwa, al centro de Nigeria, han provocado al menos 150 muertos y decenas de desaparecidos. El desastre dejó viviendas sumergidas, comunidades aisladas y una región entera bajo estado de emergencia. Las autoridades nigerianas continúan las labores de rescate mientras enfrentan el colapso de servicios, una infraestructura inexistente y el agravamiento de una crisis humanitaria previa.
Crisis humanitaria en Mokwa: lluvias, muertes y abandono estatal
Desde la medianoche del jueves 29 de mayo, una serie de lluvias inusualmente intensas azotó la ciudad de Mokwa, ubicada en una zona comercial estratégica del centro de Nigeria. El agua cubrió calles, viviendas y almacenes con productos agrícolas, arrasando con todo a su paso mientras la población dormía. Según cifras oficiales actualizadas hasta el 31 de mayo, más de 150 personas han muerto, entre ellas niños, y otras permanecen desaparecidas.
«La cifra sigue aumentando», declaró Husseini Isah, jefe de operaciones en Minna, mientras los equipos de rescate siguen retirando cuerpos entre los escombros. Kazeem Muhammed, residente local, lamentó: “Hemos perdido muchas vidas, así como propiedades y productos agrícolas. Quienes tenían almacenes los han perdido completamente”.
La ciudad, una importante conexión entre productores del norte y comerciantes del sur, quedó devastada. Al menos 50 viviendas se sumergieron por completo y cientos de personas quedaron sin hogar. Fotografías y videos difundidos en redes sociales muestran barrios enteros cubiertos de agua, con techos apenas visibles y residentes luchando con el agua hasta la cintura para salvar pertenencias y rescatar a personas atrapadas.
Emergencia desbordada
Las autoridades activaron un protocolo de emergencia que incluyó brigadas de rescate, personal médico, voluntarios, y distribución de alimentos, agua potable, frazadas y refugios temporales. Sin embargo, los esfuerzos parecen insuficientes ante la magnitud del desastre. Zubaida Umar, directora de la Agencia Nacional para el Manejo de Emergencias (NEMA), declaró en un comunicado: “La principal prioridad es rescatar a los supervivientes, evacuar a los heridos y cadáveres, mantener la seguridad y entregar comida, agua, productos higiénicos, refugio y protección, a fin de restaurar la normalidad”.
En medio del caos, persiste la amenaza de más lluvias. Las autoridades meteorológicas han advertido sobre nuevas precipitaciones en los próximos días, lo que mantiene a la población en zozobra. La ciudad continúa bajo estado de emergencia.
Un desastre anunciado
Las inundaciones no son una novedad en Nigeria. Todos los años, durante la temporada de lluvias, las regiones cercanas a los ríos Níger y Benue se ven afectadas por crecidas que desplazan a miles y causan pérdidas humanas y materiales. Sin embargo, la intensidad del fenómeno de este año rompió todos los registros recientes. La Agencia Nigeriana de Servicios Hidrológicos aún no ha publicado los datos oficiales de la cantidad de lluvia caída.
“Antes el agua venía de forma estacional, ahora parece agua espiritual que podría no regresar hasta dentro de 20 años”, dijo Aliki Musa, líder comunitario de Mokwa, graficando el desconcierto de una población no preparada para enfrentar fenómenos de esta magnitud.
En septiembre de 2024, otra inundación en la ciudad de Maiduguri, provocada por la ruptura de una represa, dejó al menos 30 muertos y millones de desplazados. Fue uno de los muchos eventos que ilustran cómo el cambio climático y la ausencia de infraestructura colocan a las comunidades nigerianas en una vulnerabilidad constante.
Jibril Muregi, presidente del área del Gobierno local de Mokwa, advirtió sobre la urgencia de obras estructurales para evitar futuras tragedias: “Estas obras son esenciales para mitigar riesgos futuros y proteger vidas y propiedades”.
Consecuencias acumuladas
La situación en Mokwa no se reduce a cifras. Se trata de una catástrofe social donde convergen la negligencia institucional, la falta de infraestructura, la pobreza estructural y el impacto del cambio climático. En una región ya golpeada por la sequía, la insurgencia armada y el abandono estatal, las lluvias terminaron por empujar al límite a comunidades enteras que ahora enfrentan el duelo, el despojo y la incertidumbre.
El gobierno federal y los medios estatales han centrado sus declaraciones en las tareas de rescate, pero no han anunciado medidas de reconstrucción o inversión en infraestructura hidráulica. Mientras tanto, cientos de familias siguen atrapadas en refugios temporales, sin certezas sobre su futuro. Las inundaciones han vuelto a dejar al descubierto la fragilidad de un país donde el desastre se vuelve rutina y la respuesta estatal llega siempre después de la tragedia.