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Un nocivo carnaval de partidos

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En otro lenguaje

Por: Jaime Asián Domínguez.

¿Ustedes creen, por el amor de Dios, que esos 42 partidos políticos ya habilitados por el Jurado Nacional de Elecciones y los más de 30 que buscan desesperadamente su inscripción para participar en los comicios generales de 2026 pretenden llegar al poder con un plan definido y realista que apunte a solucionar los múltiples y graves problemas del país? Mil veces NO, desde nuestra perspectiva.

Si repasamos el funesto accionar de la política en las últimas décadas, no estaría de más persignarse para que este carnaval electoral sin precedentes no termine por empujarnos con mayor celeridad al vacío. Por lo pronto, habría que hacer viral el ruego para que se produzca el milagro de que ninguno de los actuales ‘padres de la patria’ salga reelegido. Dicha profilaxis sería una muestra de que en algo hemos aprendido la lección.

Lo que prima, entre este aluvión de agrupaciones partidarias, no es el amor al chancho sino a los chicharrones y, aunque cueste decirlo, el Estado es visto como la mina de oro a la que hay que cercar (con congresistas y senadores) y explotar hasta dejarla seca. Se supone que las eventuales alianzas, que tendrán hasta más allá del 12 de mayo para registrarse, podrían ayudar a que se achique esa sábana inmensa que es la cédula de votación, sin embargo, seguirá imperando la polarización del voto.

Y si ponemos los reflectores sobre los aspirantes a ocupar el Sillón de Pizarro, de todas maneras, veremos a perro, pericote y gato tratando de pegar la mordida. Unos ya con los dientes untados de sinvergüencería y otros famélicos por atragantarse con el mismo festín de gollerías. Cunde el mal ejemplo, qué duda cabe; no obstante, por ahí circula la esperanza (que es lo último que se pierde) de que irrumpa alguien con pantalones y lealtad al cargo.

Ese candidato deberá llegar a Palacio de Gobierno con la decisión de tirarse abajo el sistema inútil que le cedió espacio a la corrupción, al crimen organizado y ha descuidado la atención a las urgencias nacionales. Y, claro, necesitará respaldo en el Congreso con legisladores que tengan la misma preocupación Perú-país.

“El Estado es visto como la mina de oro a la que hay que cercar (con congresistas y senadores) y explotar hasta dejarla seca”.