Por: Luis Ernesto Flores Reátegui, abogado constitucionalista
El reciente Mensaje a la Nación pronunciado por Dina Boluarte durante las celebraciones de Fiestas Patrias el 28 de julio, ha puesto de manifiesto una alarmante desconexión entre el Ejecutivo y la realidad del país. En un discurso que se extendió por más de cinco horas, Boluarte, no solo abrumó por su duración, sino que también reveló una falta de enfoque y priorización en los problemas verdaderamente importantes que enfrenta el Perú.
La creación del Ministerio de Infraestructura ha sido considerada un despropósito innecesario. A pesar de la importancia de optimizar el gasto público y reducir la burocracia, esta medida, que aparenta ser una solución rápida a los problemas de infraestructura, ignora la necesidad de una planificación seria a corto, mediano y largo plazo. Resulta evidente que la administración Boluarte continúa apostando por medidas improvisadas en lugar de estrategias bien fundamentadas.
Los anuncios sobre obras de infraestructura, aunque vitales, se presentan sin un plan claro y coherente de financiamiento y ejecución. En un país donde la corrupción es un problema real y vigente, estas obras deben ser gestionadas con transparencia y responsabilidad. Es especialmente preocupante cuando la propia presidenta es cuestionada por corrupción y enriquecimiento ilícito.
El cambio de nombre del Ministerio del Interior a Ministerio de Seguridad Pública parece ser un intento superficial de mostrar cambios sin un verdadero trasfondo de políticas efectivas. La inseguridad es uno de los problemas más acuciantes que enfrenta el país, y este cambio meramente cosmético no abordará las raíces del problema. Se requiere una reforma integral del sistema de seguridad, no solo un cambio de denominación.
El intento de Boluarte por recuperar legitimidad a través de un discurso extenso y cargado de promesas vacías solo refuerza la percepción de un gobierno desesperado por destacar. Con una aprobación del 5%, su mensaje carece del impacto necesario para unir a un país fragmentado por la inseguridad, la pobreza, la salud y una educación deficiente. La falta de una planificación adecuada y la repetición de errores pasados están sumiendo cada vez más al Perú en una crisis de la que será complicado salir sin un cambio de dirección.