Marleny Portero
Congresista de la República
Escribir sobre la profesión docente es quizá una de las tareas más nostálgicas y gratificantes que uno puede tener, porque al margen del tiempo que haya pasado, la etapa escolar es, sin lugar a dudas, una de las mejores que forman parte de nuestras vidas y, son los profesores, protagonistas importantes de estos gratos e inolvidables recuerdos.
Ayer que celebramos el Día del Maestro en todo el país, recuerdo y aprovecho estas líneas para rendir un homenaje al colegio N° 10119 Tumi de Oro de Íllimo, en Lambayeque, donde estudié la primaria y, especialmente al profesor Pedro Yumpo Esquen, que en paz descanse, quien guio mis primeros pasos.
Ser maestro en el Perú es realmente un reto, que requiere de un elemento fundamental, la vocación. Ser el formador de las futuras generaciones es un desafío que exige no solo ser un difusor de saber, sino que además ser psicólogo, para entender las diferentes realidades que viven los estudiantes, ser amigo de ellos y, principalmente, ser ejemplo de valores y principios.
Decía que el ser maestro en el Perú demanda tener una verdadera vocación y es que la situación de la educación, al menos la pública, está muy lejos de ser la más óptima. Aquí podemos mencionar a la inadecuada infraestructura, a la falta de equipamiento tecnológico; así como los problemas remunerativos y la deuda social, que hemos ido solucionando desde el Congreso de la República.
Frente a toda esta radiografía que hacemos de la situación de la profesión docente, es preciso reconocer su labor fundamental para una sociedad más libre. A pesar de las adversidades, ellos se entregan con profesionalismo a la ardua tarea de educar, conscientes de que de ellos depende la formación de los cimientos que sostendrán a los futuros ciudadanos de la patria.