EN OTRO LENGUAJE
JAIME ASIÁN DOMÍNGUEZ
(*) Periodista y Consultor de contenidos.
Resultaba necesario el cambio de premier por tres alegatos que rondaban en el imaginario colectivo: (1) Alberto Otárola era percibido como el verdadero presidente de la República ante la eventual falta de cualidades de doña Dina Ercilia para el cargo.
Recordemos, como argumento sustentatorio extra, que en la Encuesta del Poder 2023, realizada por Semana Económica, el entonces jefe del Gabinete y la mandataria aparecieron empatados. La otaroladependencia aparentemente ha terminado.
La canita al aire (2) que se echó con la señorita de nombre Yaziré Pinedo, con pedida de currículo incluida, no le daba más crédito al frente de la PCM, no solo porque Dios perdona el pecado, pero no el escándalo, sino también porque habría
cometido los delitos de tráfico de influencias agravado, negociación incompatible y patrocinio, statu quo que no le haría nada bien a un gobierno con porcentajes de desaprobación por encima del 85%, según la última encuesta de Datum Internacional.
Otárola (3) estaba mareado por las mieles del poder y, como presidente del Consejo de Ministros, sumaba poco en la selección de una persona capaz de tomar la inseguridad ciudadana por las astas y proponer una estrategia que frene la andanada de asesinatos selectivos, extorsiones, robos y secuestros. Su función era de pararrayos de la presidenta Boluarte, mientras el crimen organizado y la delincuencia común se adueñaban de cada rincón del país a pesar del
estoicismo de la Policía Nacional.
Ahora con Gustavo Adrianzén Olaya en el premierato, la jefa del Estado tiene que honrar sus credenciales, anteponerse a sus limitaciones y estar a la altura de las urgencias nacionales a partir de un liderazgo efectivo. No es necesario que se declare la mamá de todo el Perú (y que Acuña le haga la comparsa) porque eso nos hace recordar que tenemos unos padres de la Patria para llorar, que sin ningún descaro defienden sus intereses personales. ¿Vieron como saltaron de alegría cuando se aprobó la bicameralidad? Más mamadera, pues.