En otro lenguaje
Por: Jaime Asián Domínguez

El lanzamiento de Keiko Fujimori en Trujillo como candidata presidencial -por cuarta vez consecutiva- habría pasado casi desapercibido de no ser por el escándalo del uso de una cámara del Congreso de la República para cubrir el mitin; es decir, por el aprovechamiento de bienes del Estado con fines partidarios.
Es más, un documento oficial revela que el equipo de grabación salió del Parlamento por lo bajo, caleta, sin guía ni registro, lo que evidencia que se intentó no dejar huellas del delito. Aun así, Fernando Rospigliosi, presidente del Legislativo, se sacude entre risas de la acusación de infractor electoral que le atribuyó el JEE de Pacasmayo, negando lo innegable.
Por si acaso: esa cámara que ponchó a la candidata de Fuerza Popular para alimentar sus redes sociales fue comprada con plata de todos los peruanos. Pero, claro, la alianza nefasta que gobierna el Congreso no permite que, por ejemplo, una denuncia constitucional contra Rospigliosi -hoy un recalcitrante fujimorista- prospere.
Y, retomando el concepto inicial: ¿qué idea fuerza de la perorata de la lideresa de Fuerza Popular ha servido para el debate público o para que los electores abran los ojos y digan: “Oh, ‘la China’ ha chambeado en sus propuestas”? Nada de nada. Solo oraciones gaseosas y un apego -por no decir aprovechamiento- a la imagen de su padre, Alberto Fujimori, como supuesto guía para “acabar” con la inseguridad que vive el país.
Los aplausos de su portátil no han ido más allá. No ha convencido a ningún indeciso, y eso se lee claramente en las últimas encuestas: sigue empujándose para la derecha con Rafael “Porky” López Aliaga, y se prevé que el desencanto continuará incrementándose si no vence a sus propios demonios, muestra caras nuevas a su alrededor y mastica un discurso sincero, orgánico, propio, sin cócteles de por medio ni cámaras compradas con dinero de nuestro bolsillo.
Porque, al final, si en su cuarto intento vuelve a tropezar con los mismos vicios de siempre, no será por falta de campaña, sino porque ni con cámara secuestrada -y menos aún con libreto reciclado- se puede filmar la película del triunfo. Y entonces ya tendría que postular a la presidencia de algún club departamental, como Dina.
“Pero, claro, la alianza nefasta que gobierna el Congreso no permite que, por ejemplo, una denuncia constitucional contra Rospigliosi prospere”.



