Una minera que derrama relaves deja arsénico y todavía presume de empresa “ejemplar” y “responsable”.
Una revelación exclusiva de nuestra Unidad de Investigación
Minera Poderosa se presenta como una empresa “ejemplar” en sostenibilidad y responsabilidad. Sin embargo, los documentos oficiales a los que este diario tuvo acceso muestran una verdad que preocupa derivadas de repetidas sanciones por contaminación,
presencia de metales tóxicos en efluentes, derrames de relaves no rehabilitados y multas millonarias que nunca llegan a pagarse porque se apelan una y otra vez. Lo que comenzó
como faltas administrativas se ha convertido, según especialistas, en un crimen ambiental sostenido en el tiempo y envuelto en una red de impunidad.
LA CARA OCULTA DEL
ORO “RESPONSABLE”
El Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA) sancionó a Minera Poderosa en distintos momentos por exceder los Límites Máximos Permisibles de metales pesados en sus descargas. Reportes oficiales confirman que en áreas vinculadas a operaciones de la
minera se registraron niveles elevados de arsénico y zinc en efluentes. Estos elementos son reconocidos por normativa ambiental como altamente peligrosos para el entorno y para la
salud de las personas que dependen de esas aguas para consumo y agricultura.
Lo que la empresa presenta como “desajustes técnicos” puede significar miedo, incertidumbre y riesgo para quienes viven cerca de sus operaciones.
VENENO QUE
BAJA POR LOS RÍOS
El arsénico y el zinc, cuando superan los niveles permitidos, se dispersan en los cuerpos de agua y penetran los suelos de cultivo. Son sustancias que pueden afectar gravemente los ecosistemas, alterando la salud de quienes habitan alrededor sin que estos puedan detectarlo a simple vista. Las comunidades rurales no cuentan con plantas
de tratamiento sofisticadas ni con acceso constante a análisis de laboratorio. Así, el agua que antes era fuente de vida ahora puede cargar con un peligro silencioso que avanza sin que nadie lo detenga.
DERRAME DE RELAVES
SIN REPARACIÓN REAL
Uno de los hechos más graves registrados en los informes ocurrió en marzo de 2020, cuando se produjo una fuga de relaves metálicos desde el depósito conocido como Livias. Según los documentos oficiales, Minera Poderosa no activó de forma adecuada su plan de contingencia y no realizó una rehabilitación efectiva del suelo contaminado. Mientras otros países considerarían este evento como un desastre ambiental que amerita intervención inmediata, en este caso se convirtió solo en una multa apelada que quedó como siempre en suspensión.
APELAR PARA NO
PAGAR MILLONES
CONGELADOS
El OEFA impuso sanciones millonarias. Multas que quedaron sin ejecutarse porque la empresa apeló todas las resoluciones. Este mecanismo se repite como una maquinaria bien aceitada en donde el mismo patrón se repite: ocurre el daño, se impone la sanción, se presenta la apelación, el proceso se alarga y no se llega a pagar ni a remediar completamente. Todo sigue funcionando como si nada hubiera pasado. Mientras la empresa
continúa extrayendo oro, el pueblo se quedan con las huellas del daño.
DE MULTAS A
POSIBLE DELITO
Abogados consultados por este diario señalan que la reiteración de conductas contaminantes, la ausencia de medidas efectivas de prevención y la no reparación ambiental podrían configurar responsabilidad penal. Indican que esta conducta va más allá de simples errores técnicos y abre la puerta a una investigación por delitos ambientales. Esto implicaría revisar el rol de los directivos y determinar si hubo negligencia grave o indiferencia frente a los riesgos ocasionados.
La Fiscalía Ambiental, la Policía y las autoridades especializadas están llamadas a intervenir antes de que el daño avance aún más.
¿QUIÉN PROTEGE A
MINERA PODEROSA?
La gran pregunta es ¿cómo una empresa con este historial sigue operando sin restricciones severas? ¿Quién garantiza que el próximo derrame no ocurra mañana? ¿Por qué cada sanción se convierte solo en un papel de archivo que nunca llega a ejecutarse? Mientras los expedientes se retrasan, el arsénico sigue bajando río abajo. Mientras las apelaciones se discuten en oficinas, la tierra dañada se queda como cicatriz permanente. Esto tiene que parar.



