
Punto y coma
De la tía Julia Urquidi a la ‘Reina de corazones’ pasando por la prima de la naricita respingada
- La publicación de Mi verdadera historia ha levantado polvo en el Perú y en España
Vargas Llosa siempre ha sido un hombre de pasiones contrarias. Mientras construía una obra monumental sobre la razón, la libertad y el orden, su vida sentimental fue un largo poema de desórdenes amorosos.
García Márquez —su rival compasivo, su espejo, su antagonista— habría dicho que Vargas Llosa fue un escritor de amores contrariados: de esos que no obedecen a la razón, que empiezan como una epifanía y acaban en carta notarial.
Las últimas revelaciones de Isabel Preysler —esas cartas que Mario le escribió con una ternura que asombra por su inocencia— y las viejas memorias de Julia Urquidi, Lo que Varguitas no dijo, son dos capítulos de un mismo drama: el del hombre que ama con una intensidad que lo consume, y que, al mismo tiempo, parece estar siempre buscando una historia que escribir.
I. El último amor: Isabel y el espejismo de la eternidad. En las cartas que Isabel Preysler decidió publicar —contra todo pronóstico y decoro— aparece un Vargas Llosa casi adolescente: un Nobel de ochenta y pico años que escribe con el temblor de un muchacho que descubre la felicidad: “Qué revolución has causado en mi vida, amor mío”, le dice, con una mezcla de estupor y agradecimiento. “Te quiero mucho, cada día más”.
Ese tono —a medio camino entre el idilio y la súplica— nos muestra a un hombre que, tras décadas de batallas literarias y políticas, se rinde sin condiciones ante el amor.
Pero el final, como siempre en los amores contrariados, llega por exceso: celos, incomodidades domésticas, la imposibilidad de encajar dos mundos que nunca hablaron el mismo idioma.
“Mi casa no es un hotel”, escribió Preysler en su carta de ruptura, y esa frase fue la sentencia definitiva de un amor que comenzó como novela rosa y terminó como crónica de sociedad.
Vargas Llosa, que tantas veces escribió sobre los abismos del deseo, quedó atrapado en su propia ficción sentimental: un héroe cansado que quiso vivir, por última vez, el amor absoluto y fracasó.
II. La tía Julia: el amor fundacional y el olvido. Décadas atrás, cuando aún era “Varguitas”, otro amor contrariado marcó su destino: el de Julia Urquidi, su primera esposa, la “tía Julia” de la novela. Ella fue quien lo acompañó cuando no era nadie, quien corrigió sus manuscritos, quien lo sostuvo mientras él soñaba con ser escritor. Pero cuando el sueño se cumplió, la mujer real fue convertida en personaje, y luego en sombra.
En Lo que Varguitas no dijo, Julia devolvió la voz a quien había sido narrada sin permiso. “Yo lo hice a él”, escribió con una mezcla de orgullo y herida. Y tenía razón: sin ella no habría existido el escritor, ni la novela que lo lanzó al mundo. Pero su historia terminó, como tantas otras, en el territorio del desencuentro. Lo que en Vargas Llosa era vocación y ambición, en Julia fue renuncia. Y el precio de ese amor fue el olvido.
III. El hilo invisible. Entre Isabel y Julia hay medio siglo de distancia, pero las une un mismo destino: ambas amaron al hombre y fueron dejadas a un costado por el escritor. Ambas creyeron en un amor que prometía eternidad, y ambas descubrieron que con Vargas Llosa el amor era una estación de paso, una materia prima para la literatura.
García Márquez —que lo conoció bien, y lo sufrió en carne propia— habría encontrado aquí la metáfora perfecta de la condición humana: el amor como una forma de fiebre, como un territorio donde nadie sale ileso. Y habría dicho, con su ironía triste, que el Nobel peruano vivió muchos de los amores que él mismo habría querido escribir.
IV. Epílogo: la paradoja del hombre que quiso entenderlo todo. Vargas Llosa, el gran racionalista, el defensor de la lucidez, terminó prisionero del misterio más irracional: el amor. Sus mujeres lo revelan mejor que sus novelas: el muchacho que se casó con su tía por desafío, el hombre maduro que se enamoró de una musa de la prensa rosa, el escritor que convirtió cada relación en argumento.
Y es que, como dijo Gabo alguna vez, “los amores contrariados son los únicos que duran para siempre”. Quizá por eso, ahora que las cartas y los recuerdos se publican, Mario sigue ahí, no solo en sus libros, sino en la memoria de quienes lo amaron y lo contradijeron. Porque la verdadera biografía de un escritor no está en los premios ni en las ideas. Está, como en el caso de Vargas Llosa, en los amores que lo desbordaron.
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(Sumilla)
“Un Nobel de ochenta y pico años que escribe con el temblor de un muchacho que descubre la felicidad”.
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89
años tenía MVLL al fallecer el 13 de abril.
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Leyenda:
El escritor volvió a casa después de que le aclararon que la residencia que habitaba en España ‘no es un hotel’.
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(Al costado de la caña)
- Con 19 años se casó en secreto con la hermana de su tía Olga, o sea su tía política, Julia, que tenía 29, y que acababa de divorciarse.
- Mario Vargas Llosa ha escrito más de 30 libros en diversos géneros literarios, incluyendo novelas, ensayos, obras de teatro y memorias.



