En otro lenguaje
Por: Jaime Asián Domínguez

De repente José Jerí Oré es inocente y la denuncia por violación sexual no tiene asidero, como él asegura, sin embargo, un requisito impostergable para presidir el Congreso de la República, es decir la casa de las leyes, debería ser acreditar una hoja de vida intachable, sin manchas o sospechas de ninguna índole. De momento, no es el caso con el flamante mandamás del Legislativo. Escrito está que “la mujer del César no solo debe serlo sino también parecerlo”.
En su intento por disipar un tanto las dudas sobre su persona, al momento de jurar al cargo, el representante de Somos Perú lo hizo por Dios, por la patria y por su familia, algo que no resulta muy recomendable porque la gente asocia la política peruana con la podredumbre y, por ende, lejana de la trilogía sagrada mencionada. Precisamente, hace algunos años, un legislador accedió al cargo “por Dios y por la plata”, exacerbando el imaginario colectivo.
Pero José Jerí ya está sentado en la Mesa Directiva por obra y gracia de la coalición de bancadas llamada Bloque Democrático, y no hay vuelta que darle. ¿O sí? Solo hay que exigirle que, por encima de lo que piense Fernando Rospigliosi y el mismo Waldemar Cerrón, no sigan proliferando las leyes en favor del crimen y la corrupción porque el país se está yendo al tacho con estas licencias. La altísima desaprobación ciudadana a este poder del Estado (93%, según la encuesta del IEP publicada ayer), no es gratuita.
El propio Eduardo Salhuana, al hacer un recuento de su desastroso paso por las riendas del Congreso, ha reconocido errores relacionados a la modificación de la normativa vinculada a la persecución del delito. Y es que, en varias situaciones, el Parlamento jugó para la criminalidad y ahorita mismo lo culpan de la fuga de Jorge Cuba porque una ley suya impide a los jueces ampliar o prorrogar los impedimentos de salida de las personas investigadas.
Trabajar en la devaluada imagen del Legislativo debe ser el punto número uno de la agenda de Jerí. Es imperativo que deje una base menos carcomida por la impopularidad para que el regreso de la bicameralidad tenga un punto de partida auspicioso y no sea un mero incremento de panzurrones que se dedican a tomar café a diestra y siniestra.
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“Precisamente, hace algunos años, un legislador accedió al cargo ‘por Dios y por la plata’, exacerbando el imaginario colectivo”.