Con 68 votos a favor, el Congreso aprobó la salida de la presidenta del 16 al 19 de mayo. Asistirá a un evento clave de la diplomacia global.
El Congreso autorizó este martes a la presidenta Dina Boluarte viajar al Vaticano para participar en la ceremonia de entronización del Papa León XIV, programada para el 18 de mayo. La aprobación se dio con 68 votos a favor, 27 en contra y 6 abstenciones, tras un debate que resaltó tanto la importancia diplomática del evento como las tensiones políticas internas. Este viaje, adelantado en primicia por Expreso, marca un momento relevante en la agenda internacional de Boluarte, quien buscará fortalecer la relación con la Santa Sede en medio de un contexto doméstico complejo.
El debate en el Congreso y la autorización
La solicitud de viaje se discutió en el hemiciclo bajo el marco del artículo 102 de la Constitución, que exige permiso legislativo para que el presidente salga del país. Los votos a favor provinieron principalmente de bancadas oficialistas y aliadas, mientras que la oposición cuestionó el costo y la pertinencia del viaje en un momento de crisis política.
«Este viaje no es un capricho, sino una obligación protocolar como jefa de Estado ante un evento de alcance mundial», defendió un legislador oficialista. Sin embargo, críticos argumentaron que la agenda diplomática no debería opacar problemas urgentes como la crisis económica y las investigaciones pendientes contra la mandataria.
Al final, prevaleció la postura que priorizó la imagen internacional del Perú. La resolución aprobada permite a Boluarte ausentarse del territorio nacional del 16 al 19 de mayo, con todos los gastos cubiertos por el Estado.
Un viaje con peso simbólico y diplomático
La entronización de un nuevo Papa es uno de los eventos más importantes para la Santa Sede, con presencia de líderes globales y delegaciones de más de 100 países. Para el Perú, la asistencia de Boluarte refuerza una relación histórica con el Vaticano, que ha sido mediador en conflictos sociales y políticos en el pasado.
Se espera que la presidenta no solo participe en la ceremonia principal, sino que también sostenga reuniones bilaterales con autoridades vaticanas y otros mandatarios. El gobierno peruano destacó que esta es una oportunidad para «posicionar al país en espacios de influencia internacional», especialmente en temas como derechos humanos y justicia social, ejes del discurso del nuevo Pontífice.
Sin embargo, analistas señalan que el viaje también podría ser usado políticamente para distraer de los problemas internos. Boluarte llega a Roma en medio de investigaciones por supuesta corrupción y protestas sociales que exigen su renuncia.
El contexto político: entre la diplomacia y la crisis
El permiso concedido por el Congreso no estuvo exento de polémica. Mientras el oficialismo celebró la decisión como un gesto de estadista, la oposición la tachó de «viaje innecesario». «¿De qué sirve codearse con el Papa si aquí no se resuelven los problemas de los peruanos?», cuestionó una congresista opositora.
El debate refleja la polarización actual. Por un lado, el gobierno insiste en que la presencia en el Vaticano es clave para la proyección del país. Por otro, críticos recuerdan que Boluarte aún debe responder ante acusaciones de enriquecimiento ilícito y represión en protestas.
El viaje ocurre, además, en un año donde la popularidad presidencial sigue en caída libre. Para muchos, esta salida internacional podría ser un intento de mejorar su imagen, aunque el riesgo de que sea percibida como una fuga ante la presión local es alto.
Lo que viene: agenda y expectativas
La comitiva presidencial incluye a cancilleres y asesores, con una agenda centrada en tres ejes:
- Ceremonia protocolar: La entronización en la Plaza San Pedro, donde Boluarte estará junto a otros jefes de Estado.
- Reuniones bilaterales: Encuentros con representantes vaticanos para tratar temas como cooperación en educación y justicia social.
- Diplomacia paralela: Contactos informales con otros gobiernos para fortalecer alianzas.
El gobierno espera que este viaje sirva para mostrar al Perú como un actor estable en el escenario global. Pero el verdadero impacto se medirá al regreso: si la gestión logra capitalizar el viaje o si, por el contrario, la ciudadanía lo verá como un gasto injustificado.