Mientras las llamas consumen viviendas precarias, la ausencia de servicios básicos evidencia décadas de abandono estatal
Un voraz incendio consumió varias viviendas en el asentamiento humano de Belaúnde, Comas, dejando al descubierto la cruda realidad de miles de peruanos obligados a vivir en condiciones infrahumanas. A pesar de la rápida respuesta de bomberos, la falta de agua en el cerro y la precariedad de las viviendas convirtieron la emergencia en un drama anunciado. Este siniestro no es un accidente, sino el resultado de un sistema que condena a los más pobres a la vulnerabilidad permanente.
Cerros sin agua: cuando la desigualdad se convierte en tragedia
Vecinos del sector denunciaron que los bomberos enfrentaron la emergencia sin acceso a redes de agua potable, obligando a esperar cisternas del municipio mientras las llamas avanzaban. «Aquí nunca hubo servicios básicos, vivimos como animales», declaró una afectada a este medio. La escena se repite en los cerros de Lima: comunidades enteras sobreviven sin agua, desagüe o electricidad legal, mientras el Estado invierte millones en obras innecesarias para beneficiar a las élites.
Viviendas precarias: herencia de un modelo económico fracasado
Las casas consumidas por el fuego -construidas con material inflamable y apiñadas en laderas peligrosas- son el símbolo de un país que prioriza el lucro sobre la vida digna. Mientras el gobierno celebra cifras macroeconómicas, en Comas las familias pierden lo poco que tienen porque el sistema les niega derecho a una vivienda segura. «Esto no es pobreza, es abandono deliberado», señaló un dirigente vecinal, recordando que estos incendios son recurrentes en temporada de friaje, cuando los pobladores usan artefactos peligrosos para calentarse.