La figura de Mario Vargas Llosa se hace sólida solo en contraposición a sus antagonistas (hasta hace un tiempo, antes de su retiro, los más enajenados termocéfalos) y se diluye respecto de sus adeptos (cada vez más débiles e incapaces de superar a su «maestro»).
Hombre disciplinado, prácticamente un burócrata de la literatura no ha alcanzado ni diez líneas de poesía en el curso de las miles de páginas que ha publicado (exceptuando, acaso, el episodio de Anselmo y Toñita en La Casa Verde, muestrario absoluto de su natural doblez, pues nadie puede definir si la ciegasordomuda le correspondió o si solo fue el delirio de un abusador sexual).
No es el tipo de escritor que ningún romántico quisiera ser y decir que ganó todo en base a esfuerzo es decir nada. Tuvo suerte, desde luego, y aunó a su talante seco una audacia formal que le sirvió para posicionarse (dicho sea de paso, estas audacias formalistas son lo único que le queda a los débiles que no tienen ni identidad ni un genuino fuego interior, dicho, así, en el paroxismo de la romantización literaria, como pasa con buena parte de la «mejor» literatura hecha en Perú).
En todo caso, hoy cumple ochenta y nueve años, y, seguramente, entre los que requieren de algún favor suyo se han erigido los besamanos y las pasadas de mano y de franela de toda la vida (libros lanzados ex profeso en fechas cercanas, etc.). Tal vez, los que gustan de sus libros recordarán algún pasaje o alguna anécdota que corresponda a sus persistentes lecturas y afectos.
Todo eso es meritorio y ejemplifica la categoría de cada quien pues cada uno juzga y valora según sus capacidades e intenciones. El caso es que para todos, les guste o no, MVLL es, desde hace medio siglo, el mandarín de la literatura peruana siendo solo descolocado por Miguel Gutiérrez, en términos de destreza y ambición narrativa (ambos no tienen rivales y están en la cima de los narradores aunque siendo abiertamente antípodas respecto de sus logros sociales y económicos).
Tal es así que, antes, cuando me dedicaba a la literatura, se me hizo inevitable escribir varios textos acerca del Nobel arequipeño, generalmente, en contra suya pero tratando de ser justo, siempre.
Comparto, por tanto, un documento mío de hace años en el que comparo al cumpleañero con el finado Miguel Gutiérrez (gran apologista de Abimael Guzmán, a quien consideró uno de los mayores intelectuales de su generación – la del cincuenta- en la primera edición de su intenso ensayo, Un Mundo Dividido.
En todo caso, sostengo que respecto de la entrega a sus propuestas literarias y a la defensa de sus ideas políticas ambos autores son ejemplares pese a que uno puede (y hasta debe) disentir con ambos. Consigno aquí mismo el enlace al documento que acabo de comentar (Algunos Apuntes en los Márgenes de la Estética, la Inteligencia y el Marketing Literario en el Perú Contemporáneo https://www.facebook.com/LibertadBajoPalabraPeru/posts/3251902641514591 ) no sin antes agregar que solo Conversación en la Catedral (la única obra que MVLL necesitó escribir o que se atrevió a escribir aún bajo el riesgo de matarse escribiendo a tal punto que de haber seguido en esa onda seguramente no habría vivido hasta estos tiempos) y La Casa Verde (que podría haber sido escrita por Faulkner si el bravo autor nacido en Mississippi hubiera conocido Piura y la Amazonía) se mantienen vigentes entre sus novelas. Las demás me parece que han envejecido mal salvo por estar llenas de curiosidades menores (como El Paraíso en la Otra Esquina o Travesuras de una Niña Mala).
Ahora mismo reviso algunas páginas de varias novelas suyas y el lenguaje expuesto no me satisface. Lo hallo seco, sin vida, sin veta alguna de poesía, ni siquiera en su más mínima expresión.
Puede ser una falsa impresión, pero, desde hace mucho, creo que si no fuera por el andamiaje técnico primordial de su propuesta inicial, su obra tiene muy poco que mostrar y ofrecer salvo que se asuma como entretenimiento. No cumple, desde luego, con la magna exigencia que Serguéi Diáguilev espetó a Jean Cocteau: ¡Étonnez moi!
En todo caso, guardo distancias de todos aquellos que intentan negar a MVLL o a los que no les gusta por un tema ideológico, pues creo que en ese campo, MVLL solo ha tenido la desgracia de estar a destiempo en cada una de sus intensas militancias ya que cuando defendía el socialismo, esta doctrina era indefendible y cuando se pasó al liberalismo, pasó lo mismo y sigue pasando.
Lo que nadie puede negar es que en ambos bandos demostró una testarudez y una belicosidad tremenda.Inclusive ahora cuando ya no se debe preocupar por nada que no sea vivir tranquilo, nadie sabe si en sus fueros más privados insiste en la literatura e insiste en la crítica política para mayor exaltación de aquellos que lo odian o que creen que pueden igualarlo sin realizar genuinas proezas. Estas dos grandes pasiones singulares, la literatura y la política, lo enaltecerán siempre y lo vincularán de manera permanente con todos los grandes peruanos que han tenido un rol preponderante en el imaginario intelectual del país desde González Prada (de quien no debemos olvidar jamás que fue tan fino como poeta, como incendiario como ensayista político) pasando por Haya y Mariátegui (que fueron en sus inicios, poetas como tantos otros revolucionarios) hasta la actualidad.
Finalmente, MVLL ha ofrecido a la literatura peruana y a todo joven que pergeña algunas líneas sobre un papel o un documento de Word en su computadora una inmensa lección de vida.
Me refiero a que el autor de La Verdad de las Mentiras (enorme libro de reseñas literarias y ensayos breves sobre escritores) ha creído siempre que se puede escribir todo o acerca de todo siempre y cuando exista un impacto personal profundo en el autor (propósito imprescindible de todo gran escritor).
Esta consigna es un mérito mayúsculo, y él la ha intentado cumplir toda la vida. El problema es que escribir todo o acerca de todo solo puede ser efectivo cuando se ha vivido todo o cuando se cuenta con el talento de un genio.
Lamentablemente, MVLL no cumple con esa prerrogativa. Le falta gracia a su imaginación mecánica, le falta poesía y aliento. Aun así es importante, pero no solo por sus novelas sesenteras, sus premios o por su posición, sino por su entrega a sus pasiones y por poder vivir como le place.
Considero que la mayor virtud del hombre (pese a ser, también, un gran desabrido) ha sido su afán polemista y el no temer medirse con cualquiera.
En la novela aprendió, sin duda alguna, de varios maestros pero quiso retar a Flaubert y a Faulkner y no obtuvo pocas preseas por ese lado pese a lo que he expuesto inicialmente.
En el orden de las reflexiones o los ensayos, Historia de un Deicidio debe ser, dentro de la historia de la literatura, la más exhaustiva muestra de obsesión y agotamiento de las búsquedas de un escritor sobre un contemporáneo (MVLL estaba aún en su periodo más brillante cuando compuso este ensayo portentoso).
En el campo del pensamiento diverso y, sobre todo, político, Contra Viento y Marea es lo mejor que expuso en este sentido. Se metió, en el momento justo, hasta con Sartre y Camus, en este libro, cuando era prácticamente «nadie», lo que es un mérito respecto del peruano promedio en general y el escritor peruano promedio en particular. Gran actitud, gran pretensión, gran carácter (al menos, en el campo literario).
28 de Marzo de 2025
PERCY VILCHEZ SALVATIERRA
Director de LIBERTAD BAJO PALABRA
P. S.El presente texto es una actualización casi idéntico al texto original publicado hace 4 años cuando me entretenían estos temas.