En otro lenguaje
Por: Jaime Asián

Se tiene que decir y se lo decimos. Somos un país bendecido y todavía no nos damos cuenta. Tenemos todo. Un mar generoso en demasía. Un territorio que es casi un paraíso. De la selva su exótica hermosura. En buen romance, Papalindo nos premió con una Madre Tierra extraordinaria. Augusto Polo Campos lo dijo con todas sus letras: “Cuando despiertan mis ojos y veo/que sigo viviendo contigo Perú. Emocionado doy gracias al cielo/por darme la vida contigo Perú…”.
Lamentablemente, algunos cacasenos se dedican a depredarla y explotarla sin cuartel y, en ese maquiavélico cometido, hasta se convierten en discípulos de Caín. Ahí tenemos a los 13 mineros asesinados de manera salvaje por el oro en Pataz. La Amazonía deforestada con suma crueldad. Y un Océano Pacífico y la mayoría de ríos contaminados a diestra y siniestra por actividades lucrativas. Tal vez por eso Jorge Basadre dejó sentenciado que “El verdadero Perú es un problema y (felizmente) también una posibilidad”.
El acabose ha sido la elección de un cardenal peruano como Sumo Pontífice en reemplazo del fallecido Francisco. Robert Prevost nació en Chicago, Estados Unidos, pero lleva a Chiclayo, Chulucanas, Trujillo, Callao y a todo el país en su corazón. Un regalo, igualmente celestial, que ojalá sepamos valorar porque, en la práctica, implica que el vicario de Cristo, es decir su representante en la tierra, anduvo por nuestras calles mojándose los zapatos y atendiendo problemas, cosa que los políticos no hacen ni por asomo.
Estamos ante un misionero agustino que ciertamente ha sudado la camiseta y ese rodaje en la prédica le da la autoridad para abordar temas sociales y políticos, como que lo hizo sin remilgos recomendando al exdictador Alberto Fujimori -tras ser indultado en 2017- que pida perdón a cada una de las víctimas de su gobierno. Claro y preciso. En todo momento estaba del lado del pueblo y, bajo esa perspectiva, todos los caminos necesariamente lo iban a conducir a Roma.
Y en el instante cumbre, cuando se mostraba al mundo como el sucesor de Pedro, soltó el santo y seña o el vínculo imperecedero con nuestra gente: “Un saludo, en modo particular, a mi querida diócesis de Chiclayo, en el Perú”. Insistimos, somos un país bendecido, iluminado, favorecido desde las alturas y, en respuesta a esa deferencia, ya es hora de que los fariseos de la política y los Judas del delito se vayan al diablo, por el amor de Dios.
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“Robert Prevost nació en Chicago, Estados Unidos, pero lleva a Chiclayo, Chulucanas, Trujillo, Callao y a todo el país en su corazón”.