
¿Cómo escribir para jóvenes sin subestimarlos? Los hermanos Ataucuri García (Juan y Víctor) revelan su método: lenguaje sencillo pero no simple, fantasía con verosimilitud, y sobre todo, respeto por la inteligencia emocional del lector.
Por Moisés Cermeño Martínez
La literatura infantil y juvenil (LIJ) ha dejado de ser considerada un mero instrumento de entretenimiento para niños y adolescentes. En la actualidad, diversos estudios la reconocen como un campo de producción cultural fundamental para el desarrollo del pensamiento crítico, la identidad y la sensibilidad social. En el contexto peruano, Juan y Víctor Ataucuri García, Premio Nacional de Literatura 2023, han desarrollado propuestas narrativas que articulan estética, pedagogía y compromiso social. Entre sus obras más resaltantes están Fábulas peruanas y El niño que lanzaba piedras al río. A pesar que son reconocidos a nivel internacional, siempre han trabajado con perfil bajo, al extremo que pocas veces han otorgado entrevistas a los medios.
Moisés Cermeño Martínez: En primer lugar, gracias por concedernos esta entrevista. Ustedes han sido reconocidos por su trabajo en la literatura juvenil e infantil. ¿Por qué se dedicaron a este género?
Juan Ataucuri: Porque entendimos que la infancia y la adolescencia constituyen etapas formativas claves para el desarrollo de la sensibilidad, la conciencia social y el pensamiento crítico. La literatura es una herramienta poderosa para participar en estos procesos. Escribir para jóvenes lectores implica una gran responsabilidad: no se trata solo de entretener, sino de ofrecerles libros que los ayuden a comprender el mundo y su lugar en él.
Víctor Ataucuri: Además, notamos un vacío en cuanto a propuestas literarias que conecten profundamente con los niños y jóvenes desde una perspectiva culturalmente latinoamericana, en especial peruana. Nuestra literatura busca resignificar los imaginarios andinos, amazónicos y costeños, desde lo rural hasta lo urbano, con un enfoque accesible y enriquecedor para las nuevas generaciones.
M.C.M: ¿Cómo equilibran el lenguaje literario con la necesidad de hacerlo accesible a un público más joven?
J.A.: Es un desafío constante. No se trata solo de simplificar, sino de conectar. Usamos un lenguaje claro y sencillo, pero con riqueza simbólica, con imágenes sugerentes y personajes que despierten empatía. La clave está en respetar la inteligencia emocional y estética del lector joven.
V.A.: Exacto. El lenguaje en nuestras obras busca ser claro, pero no plano. Trabajamos mucho la sonoridad, la estructura narrativa y el ritmo del texto para que el lector, incluso sin una mediación adulta, pueda disfrutar y reflexionar. Apostamos por una literatura que dialogue con el lector en igualdad de condiciones.
M.C.M.: En sus obras, ¿qué temas consideran fundamentales para abordar en la literatura infantil y juvenil?
J.A.: La identidad cultural, el respeto a la diversidad, la justicia, la amistad, el descubrimiento de uno mismo… Son temas universales, pero los trabajamos desde nuestras raíces culturales, porque creemos que también deben verse reflejadas en la literatura. Queremos que los muchachos aprendan a leer el mundo desde múltiples perspectivas, a valorar lo diferente y a actuar con responsabilidad social.
V.A.: Nos interesa que los lectores se cuestionen, se emocionen, pero también se reconozcan en los relatos. Promovemos historias en las que los niños puedan verse reflejados, tanto en sus entornos como en sus formas de pensar y sentir. También abordamos el respeto por la naturaleza, los vínculos comunitarios, la memoria histórica y los derechos humanos.
M.C.M.: ¿Cómo perciben el panorama actual de la literatura infantil y juvenil en el Perú?
J.A.: Existe un crecimiento interesante en los últimos años. Cada vez hay más autores ingresando a este género. Estamos en un proceso de consolidación. Sin embargo, hay que tener cuidado. Con el plan lector en las escuelas, la literatura infantil también se ha convertido en un negocio rentable. Hay autores y editoriales que han perdido el compromiso, si es que lo tuvieron, con una literatura infantil y juvenil de calidad y están produciendo masivamente textos mediocres, contenidos chatos y alienantes, el objetivo es vender o aprovecharse de la escasa información de algunos maestros. Olvidan que escribir para niños y jóvenes conlleva una responsabilidad con el futuro. Por eso, se hace necesario políticas culturales sostenidas en torno a la LIJ, debe existir al menos una capacitación mínima en quienes crean textos para niños.
V.A.: Hasta hoy la literatura infantil sigue siendo considerada un género literario menor, tanto a nivel académico como editorial. Es urgente resignificar su lugar, reconocer su complejidad estética y su impacto en los procesos educativos y culturales. Ya dejemos la vieja idea de creer que debe ser solo lúdica y libre de supuestas ataduras didácticas o valorativas. La libertad en la literatura es un concepto manoseado. Nadie es libre al escribir, estamos sujetos a nuestros juicios, prejuicios, experiencias, ideologías, y eso se revela en cualquier texto literario. Querer ser asépticos es una candidez, es no reconocer que la alienación de los medios masivos y la internet machacan la mente de los jóvenes y niños.
M.C.M.: ¿Entonces el escritor de literatura infantil debe promover el contenido antes que la forma?
J.A.: No es cuestión de primero forma o primero contenido, la cuestión es calidad. Por eso, las obras maestras amalgaman ambos lados. Que un lector aprenda cosas inteligentes en un texto precioso, o que lo emocione un texto bello con sabiduría es una meta que pocos escritores alcanzan. Y esto no se le puede negar a los niños y jóvenes. Bajo el pretexto de liberarlos del didactismo mediocre algunos escritores se pasan al otro extremo, textos sin sustancia, volátiles, sosos. Ningún extremo es bueno. Nosotros apostamos por darles a los niños y jóvenes textos trabajados a conciencia en todos los niveles, ellos se lo merecen.
V.A.: A propósito del tema, la literatura infantil no es un oficio para hacer catarsis, hay que ser conscientes de que muchos niños y jóvenes creen lo que leen. Están en busca de modelos a seguir y nuestro deber es ofrecerles modelos constructivos, no destructivos. De ninguna forma podemos ser tildados de escritores de autoayuda, ese tipo de textos tienen solo efectos motivacionales que al final no tienen consecuencias en la vida diaria, a diferencia de un texto crítico y reflexivo, que sí cambia el espíritu del lector.
M.C.M: Finalmente, ¿qué consejo darían a quienes quieren escribir para niños y jóvenes?
J.A.: Leer mucho, escribir desde la honestidad. Los niños saben cuándo un texto es auténtico. Debemos escribir con lenguaje sencillo pero bello, ellos merecen entrega y calidad. Hay que trabajar tan igual como cuando hacemos una obra para adultos. Las historias deben ser creíbles aun cuando sean fantasiosas, si una piedra habla, el lector debe estar convencido de ello, el mundo mágico creado en nuestra obra debe fluir naturalmente, si el escritor confía en su creación, también lo hará el lector.
V.A.: Y hablando de honestidad, con la aparición de la inteligencia artificial, algunas personas que fungen de escritores la están usando para “crear” cuentos, fábulas o novelas. La IA no tiene alma, lo que sale de ella son textos con solo nivel literal, hace collage con las historias que encuentra en la web, intenta imitar el corazón creativo de un escritor; pero termina escribiendo lo previsible, carece de sensibilidad y profundidad. Los lectores pueden ser sorprendidos a la primera lectura, pero luego se dan cuenta que son textos planos y llenos de muletillas literarias. Por eso, recomiendo a los nuevos escritores que prosigan en su oficio, la IA no les quitará el trabajo.
Los hermanos Ataucuri García, estarán el 22 y 23 de mayo en la Universidad Nacional de Tumbes especialmente invitados al IV Coloquio de Literatura “Aportes socioeducativos de la lectura infantil y juvenil” con las ponencias: La tradición oral como fuente de creación de fábulas, y Pautas para la creación de literatura infantil y juvenil.