El metal precioso superó la barrera de los 3.500 dólares por onza, marcando un récord sin precedentes, mientras los analistas advierten que podría seguir escalando hasta los 4.000 dólares en los próximos meses.
El mercado del oro vive días históricos. Este martes, el precio del metal precioso rompió todos los pronósticos al superar los 3.500 dólares por onza en el mercado de futuros de Comex, estableciendo un nuevo máximo que dejó atrás el récord de 3.400 dólares alcanzado apenas un día antes. Lo más sorprendente es que estas cifras superan con creces las proyecciones iniciales para 2024, que situaban el valor alrededor de los 2.890 dólares. Los expertos coinciden en que nos encontramos ante una tendencia alcista sin precedentes, alimentada por un escenario económico global cada vez más volátil.
Factores detrás del boom dorado
Dos elementos clave explican este fenómeno. Por un lado, la creciente demanda de activos seguros por parte de inversores institucionales y pequeños ahorradores, que buscan proteger su capital ante la inflación persistente y la inestabilidad en los mercados bursátiles. Por otro, el aumento en las compras por parte de bancos centrales, especialmente aquellos de economías emergentes que buscan reducir su dependencia del dólar. Goldman Sachs y UBS, dos de las entidades financieras más influyentes del mundo, han sido claras en sus análisis: el oro se consolida como el refugio por excelencia en tiempos de incertidumbre.
Perspectivas futuras
Los pronósticos más optimistas, y a la vez preocupantes, sugieren que esta escalada podría llevar el precio hasta los 4.000 dólares antes de que finalice el año. «Estamos ante una tormenta perfecta», explica el analista financiero Michael Hartnett. «La combinación de tensiones geopolíticas, políticas monetarias contradictorias y la debilidad del sistema bancario tradicional está impulsando este rally como no se veía desde la crisis de 2008».
Mientras tanto, los datos concretos no dejan lugar a dudas sobre la magnitud del fenómeno. Según el Consejo Mundial del Oro, las reservas oficiales crecieron un 15% en el último trimestre, con China, Rusia y Turquía a la cabeza de las adquisiciones. En el plano minorista, las ventas de lingotes y monedas se dispararon un 40% interanual, mientras que los fondos cotizados vinculados al metal registran entradas récord de capital.
Esta fiebre dorada parece ser más que una simple reacción coyuntural. Muchos expertos la interpretan como un síntoma de un cambio más profundo en el sistema financiero global, donde los activos tradicionales pierden credibilidad y el oro resurge como el valor refugio por excelencia. En este contexto, la pregunta que flota en el aire es clara: ¿hasta dónde podrá llegar esta carrera alcista en un mundo cada vez más inestable?