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Israel asesina a fotoperiodista palestina que documentaba el genocidio en Gaza

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Fátima Hassouna

Fátima Hassouna, fue masacrada junto a seis hermanos en un bombardeo israelí. Su crimen: mostrar al mundo la realidad que Occidente quiere ocultar.

Fátima Hassouna, la joven fotoperiodista palestina de 25 años que retrató con su lente la crudeza del genocidio en Gaza, murió como vivió: dando voz a los sin voz. En un cruel giro del destino, su vida fue arrancada junto a seis de sus hermanos durante un bombardeo israelí a su hogar en la ciudad de Gaza, justo cuando su trabajo sería exhibido en el Festival de Cine de Cannes. El ataque dejó a su padre en estado crítico -aún inconsciente de que perdió a siete hijos- y a su madre sumida en un shock del que quizás nunca se recupere.

Las palabras proféticas de Fátima en agosto de 2024 resonaron con amarga ironía: «Si muero, quiero una muerte sonada». Su deseo se cumplió a medias: mientras su muerte conmueve a las redes sociales y a pequeños medios alternativos, las grandes cadenas occidentales siguen ocupadas distrayendo al público con trivialidades, omitiendo deliberadamente los crímenes israelíes contra la prensa. Con Fátima, ya son 142 periodistas asesinados por Israel en Gaza desde octubre de 2023, una cifra que supera cualquier conflicto moderno y que sin embargo no genera la indignación mediática que merece.

El doble rasero de la «libertad de prensa» occidental

El Centro de Protección de Periodistas Palestinos (PJPC) denunció que las fotografías de Fátima, publicadas en medios internacionales, mostraron «la realidad humana del genocidio». Pero esta realidad parece importar poco a las democracias occidentales que financian y arman al ejército israelí. Mientras condenan rápidamente cualquier ataque a periodistas en otros contextos, guardan un silencio cómplice cuando los autores visten uniforme israelí.

El documental «Put Your Soul On Your Hand And Walk», seleccionado para Cannes y donde Fátima aparece prominentemente, se convierte ahora en un testimonio póstumo. Pero cabe preguntarse: ¿cuántos festivales europeos dedicarán minutos de silencio a Fátima mientras sus gobiernos siguen enviando armas a Israel? ¿Cuántos editoriales en The New York Times o Le Monde cuestionarán esta política de exterminio contra quienes documentan la verdad?

La muerte de Fátima no es un caso aislado, sino parte de una estrategia sistemática para silenciar las voces palestinas. Cada cámara destruida, cada periodista asesinado, es un intento de borrar la memoria histórica de este genocidio. Pero como escribió Fátima, su muerte sería «sonada». Y lo es: resuena en cada imagen que nos dejó, en cada testigo que sobrevivió, en cada activista que sigue denunciando la complicidad occidental con la máquina de muerte israelí. El silencio de los poderosos no podrá acallar el eco de su legado.