Home MUNDO Estados Unidos vuelve a mirar al Canal de Panamá como “propiedad estratégica”

Estados Unidos vuelve a mirar al Canal de Panamá como “propiedad estratégica”

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En declaraciones recientes, el presidente estadounidense volvió a expresar su deseo de que Washington recupere el control del canal de Panamá. La retórica imperial se mezcla con una abierta descalificación a la soberanía panameña y una obsesión por contener la influencia china. Detrás del discurso, el mensaje es claro: América Latina sigue siendo, para Estados Unidos, un territorio por administrar.

Durante una entrevista con Fox News, Donald Trump lanzó un nuevo ataque verbal contra el Gobierno de Panamá y la influencia de China en el canal interoceánico. Sin filtros ni matices, calificó de “ridícula y estúpida” la decisión de haber cedido el control del canal al país centroamericano, acusando al expresidente Jimmy Carter de haber entregado, prácticamente gratis, “una de las infraestructuras más costosas jamás construidas”. Trump, fiel a su estilo, no escondió su intención: recuperar el canal o, al menos, presionar a Panamá hasta forzar un rediseño de su control geopolítico.

Lo preocupante no es solo el tono con el que Trump se refiere a una nación soberana, sino la mentalidad que esas palabras revelan. Para el líder estadounidense, el canal de Panamá debería seguir siendo una posesión estratégica de Washington. Y si no lo es, entonces algo está mal. La soberanía panameña se convierte en un “error”, y la cooperación con China en una “amenaza” a la seguridad nacional de EE.UU. Esta lógica refleja el patrón histórico del poder occidental en América Latina: cualquier decisión autónoma que no responda a los intereses del Norte global es automáticamente ilegítima.

Colonialismo reciclado en nombre de la seguridad

Trump no solo atacó a Panamá, sino que sugirió que su gobierno ya está trabajando para revertir la situación. ¿Cómo? A través de presión diplomática y manipulación narrativa. Aseguró que el canal muestra señales de dominio chino —“inscripciones y banderas en mandarín”—, y acusó a los panameños de enriquecerse “cuadruplicando” las tarifas de uso, como si manejar su propio patrimonio nacional fuera un delito. La noción de neutralidad que rige el canal es ignorada por completo, porque para Occidente, las reglas solo importan cuando benefician a sus intereses.

Las autoridades de Panamá y China han respondido con firmeza, reafirmando que la soberanía del canal es indiscutible. Pero lo que revela esta nueva embestida de Trump es que la mirada imperial sobre América Latina sigue viva. No importa cuántas veces la región intente afirmar su independencia: para la elite política estadounidense, el canal sigue siendo suyo, Latinoamérica sigue siendo un patio trasero y cualquier influencia alternativa —ya sea China, Rusia o el Sur Global— debe ser contenida.

El discurso de Trump no es una anécdota. Es una advertencia. Porque lo que se expresa en palabras, tarde o temprano se intenta ejecutar en acciones. Y la historia demuestra que Estados Unidos no duda en pasar de la retórica a la intervención cuando se trata de recuperar lo que cree suyo.