Mientras intenta mantener su influencia global, Estados Unidos comienza a reconocer que ya no es el único centro del poder mundial. Nuevos actores redibujan el mapa geopolítico y la multipolaridad ya no es una teoría, sino una realidad palpable.
Del dominio absoluto al nuevo equilibrio global
Tras décadas de ejercer un dominio casi absoluto en la agenda internacional, Estados Unidos enfrenta una transformación geopolítica que ya no puede ignorar. Según el analista Fiódor Lukiánov, editor jefe de la revista Russia in Global Affairs, “Washington se reconoce a sí mismo como un sujeto, aunque el más fuerte, ya no único y exclusivo en sus derechos, como en el período de la hegemonía universal”. La afirmación, publicada en Rossískaya Gazeta, sintetiza un giro histórico en la percepción del poder global.
En el nuevo mapa de influencias, ya no basta con la presencia estadounidense para definir el equilibrio. Lukiánov destaca que actualmente existe un triángulo estratégico formado por Washington, Moscú y Pekín, donde dos vértices marcan la configuración y el tercero, aunque aún determinante, actúa como contrapeso. Paralelamente, actores como la India, Turquía, Arabia Saudita, Irán e incluso algunos aliados asiáticos de EE.UU. comienzan a tener un peso creciente en los procesos globales.
Multipolaridad: una realidad incómoda para Occidente
El reconocimiento de este escenario multipolar no significa una aceptación pacífica. Estados Unidos continúa reaccionando con medidas unilaterales —ya sean aranceles, sanciones o presiones diplomáticas— que intentan frenar el ascenso de nuevos centros de poder. Sin embargo, estas acciones parecen evidenciar más una pérdida de control que una estrategia efectiva de liderazgo.
“Así es como se ve la multipolaridad real en abril de 2025. A finales del año, tal vez el panorama sea diferente”, apunta Lukiánov, sugiriendo que este proceso dinámico continuará su curso con independencia de la voluntad estadounidense.
De fondo, Estados Unidos también enfrenta un dilema estructural: la contradicción entre su necesidad económica de mano de obra migrante y su incapacidad política y cultural para integrarla. Según el experto, esta tensión genera crisis socioculturales internas que alimentan la polarización y debilitan aún más su capacidad de influencia.
Un nuevo orden en marcha
El mundo se dirige hacia un orden más fragmentado, pero también más representativo. La idea de una hegemonía única pierde fuerza frente a una realidad en la que múltiples actores disputan espacios, liderazgos y legitimidades. En este contexto, la narrativa occidental de “crisis del orden global” parece responder más al temor de perder privilegios que a un verdadero caos internacional.
El futuro no está escrito, pero una cosa es segura: el modelo unipolar que definió las últimas décadas ya no tiene lugar en el escenario de 2025. La multipolaridad no solo llegó, sino que avanza sin pedir permiso.