El Jesús revolucionario y ocultado

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    LUIS ALEJANDRO BAZALAR GARCÍA

    La jerarquía eclesiástica católica (obispos, cardenales, papas), que por más de 2000 años ha llevado el mensaje de Jesús, siempre ha intentado, muy al estilo maniqueo, separar y enaltecer la visión romantizada del mensaje salvífico de Jesucristo. Los jerarcas católicos siempre se han cuidado de dejar en claro que el mensaje transformativo del Jesús histórico por nada del mundo debe ser leído en clave coyuntural, para el aquí y el ahora; salvo si es que se le aborda y enseña desde la perspectiva del más allá, olvidando de manera deliberada el más acá. ¿Cuál es el temor o la desesperación para que se nos repita, por más de 20 siglos, como un mantra: “el reino de Dios no es de este mundo, es del que vendrá”? 

    Veamos un poco los lugares en los que Jesús increpa, predica, provoca y se yergue para hablarnos de su mensaje salvífico, con estas palabras de José Antonio Pagola (2013): “Él [Jesús] no se instala en Cafarnaúm, pero sí recorre los pueblos en torno al lago: Magdala, Corozaín o Betsaida; visitó las aldeas de la Baja Galilea: Nazaret, Caná, Naín, sin embargo, evita las grandes ciudades de Galilea: Tiberíades, la nueva y espléndida capital, construida por Antipas a orillas del lago, a solo 16 kilómetros de Cafarnaúm y Séforis, la preciosa ciudad de la Baja Galilea, a solo 6 kilómetros de Nazaret. Por otra parte, cuando se acerca a Tiro y Sidón o visita la región de Cesarea de Filipo o la Decápolis, tampoco entra en los núcleos urbanos: se detiene en las aldeas o en las afueras de la ciudad.” (p. 60-61)

    Continúa en nuestra sección impresa: Diario Uno | Viernes 17 de febrero del 2023