En la televisión destacó en «Risas y Salsa» y en la radio en «Los chistosos»
El recordado comediante falleció a los 93 años, dejando un legado inigualable en la televisión y la radio peruana. Su hijo confirmó la noticia con un emotivo mensaje.
A los 93 años de edad, falleció el imitador Guillermo Rossini González, figura emblemática de la radio y la televisión peruana y quien destacó en la comedia gracias a su inconfundible estilo. Su partida ha sido comunicada en una nota periodística publicada por RPP-Noticias, donde Rossini destacó con el programa «Los chistosos» a lo largo de 27 años, hasta el 2021.

Rossini nació en Lima el 3 de septiembre de 1932. La emisora RPP recuerda que sus primeros pasos profesionales los dio alrededor de 1960 junto a Augusto Ferrando, mientras que en los años ’70 su figura se consolidó con “Estrafalario” y “El tornillo”.
También formó parte del legendario elenco de Risas y Salsa, emblemático programa de televisión en el cual se mantuvo por más de una década y donde compartió papeles con otros humoristas.
El comediante nacido en Lima el 3 de septiembre de 1932 deja atrás una historia profesional que acompañó a varias generaciones de peruanos. Desde sus inicios en los años 60 hasta su última etapa en la radio, Rossini consolidó un legado que hoy se reconoce como parte esencial de la memoria televisiva del país.
Un último adiós lleno de afecto familiar
La confirmación de su fallecimiento llegó a través de redes sociales. Su hijo compartió una fotografía tomada en el cumpleaños número 93 del comediante, acompañada del mensaje: “Mi ángel, ahora vuela muy alto, te recordaremos con mucho amor”. La imagen, difundida en Instagram, reflejó la cercanía de ambos y el cariño que rodeaba los últimos años del artista.
En un segundo mensaje, su hijo publicó una ilustración donde Rossini aparece al lado de Jesús, con la leyenda: “…Y la risa llegó al cielo. Te amo, papi”. Con ello, la familia reafirmó el impacto emocional que deja su ausencia y la manera en que su figura trascendió el escenario para convertirse en un símbolo afectivo.

Una carrera que definió la historia del humor peruano
La trayectoria de Guillermo Rossini es sinónimo de profesionalismo, disciplina y carisma. Su camino artístico comenzó formalmente en los años 60, cuando formó parte del equipo de Augusto Ferrando, uno de los grandes referentes de la televisión peruana. Aquellos primeros pasos abrieron una puerta que lo llevaría a convertirse en un pilar del humor televisivo.
A inicios de los años 70, Rossini destacó en producciones como “El Tornillo” y “Estrafalario”, donde demostró su talento para la imitación y su capacidad para conectar con un público diverso. Sin embargo, su mayor consolidación llegó en los años 80 con el icónico programa “Risas y Salsa”, donde permaneció durante 16 años.
En este espacio, Rossini alcanzó niveles de popularidad masivos gracias a su humor limpio, directo y cercano. Sus personajes y sketches se convirtieron en parte del imaginario popular, y hasta hoy sus imitaciones son recordadas como algunas de las más efectivas y carismáticas de la televisión peruana.
Luego de su larga experiencia frente a cámaras, Rossini trasladó su talento a la radio, un espacio en el que permaneció desde 1994 hasta 2021. Su presencia en cabina se volvió parte de la rutina de miles de oyentes, consolidando una nueva etapa en su carrera basada en su espontaneidad y su capacidad para generar complicidad con el público.
La radio permitió que Rossini mostrara una faceta distinta, pero igualmente memorable: su ingenio cotidiano, su humor ágil y su facilidad para reinventarse a través de nuevas generaciones. Su presencia al aire se convirtió en compañía habitual para oyentes que crecieron escuchándolo.
Un legado que trasciende generaciones
La importancia de Guillermo Rossini no radica solo en la cantidad de programas en los que participó o en el tiempo que dedicó a los medios, sino en la influencia cultural que ejerció. Su humor marcó un antes y un después en la televisión peruana, y su presencia se convirtió en símbolo de una época dorada del entretenimiento nacional.
¿Por qué Rossini es considerado un ícono del humor peruano?
Su estilo combinó espontaneidad, versatilidad y respeto por el público. Sus imitaciones, bromas y personajes se construyeron sin recurrir al exceso o la burla agresiva, lo que permitió que su trabajo trascendiera y permaneciera intacto en la memoria colectiva.
Su carrera también fue ejemplo de persistencia y dedicación: pocos artistas han logrado mantenerse vigentes durante más de 60 años en un medio tan cambiante como la televisión.
Más allá de los escenarios, Rossini también incursionó en la política local. A finales de los años ochenta, fue regidor del distrito limeño de Jesús María, cargo que volvió a ejercer posteriormente. Afiliado al Partido Popular Cristiano (PPC), asumió responsabilidades en la Comisión de Espectáculos y la Biblioteca municipal. Su vida personal estuvo marcada por la influencia de su familia: su padre, arequipeño, y su madre, española, le transmitieron valores que lo acompañaron durante toda su carrera.
En el 2011 recibió un homenaje por sus 50 años de trayectoria en la Municipalidad de Lima y fue condecorado por el entonces alcalde Luis Castañeda Lossio.
Su alejamiento de los escenarios
El impacto de Rossini en el humor peruano es incuestionable. Pionero en la imitación de figuras políticas y públicas, su estilo directo y popular lo convirtió en un personaje entrañable para varias generaciones. Colegas como Fernando Armas y Hernán Vidaurre, así como la comunidad artística en general, han destacado su profesionalismo y su capacidad para reinventarse a lo largo de seis décadas de actividad. El público lo recuerda como una presencia constante en la radio y la televisión, capaz de arrancar sonrisas en los momentos más diversos.
Rossini se retiró de la radio en 2021, tras una carrera que abarcó más de 60 años. En sus últimas declaraciones, expresó sentirse satisfecho con su recorrido profesional y agradecido por el cariño del público. Su partida deja un vacío en el panorama del entretenimiento peruano, pero su legado perdura en la memoria colectiva.
Rossini consideró que había alcanzado sus metas y se despidió de los escenarios con la satisfacción de haber brindado alegría a su audiencia durante toda una vida.



