Por : Jorge Luis ‘Koko’ Verástegui Topovich

Sentado en su taller en Magdalena, rodeado de telas aún frescas, bocetos y pigmentos, el pintor peruano Diego Alcade habla pausado, como si cada palabra fuera parte de una pincelada. Su más reciente producción artística está marcada por un profundo diálogo con la naturaleza, la cultura y la espiritualidad humana. A través del óleo y una mirada siempre curiosa, el pintor peruano crea escenas que oscilan entre lo cotidiano y lo simbólico, lo terrenal y lo espiritual como también lo onírico. En esta conversación, Alcade comparte su proceso, su evolución y los significados que habitan en cada una de sus pinceladas.
—¿Qué te inspira a pintar ahora?
Me inspira el alma humana, sus formas, miradas, logros, costumbres. Me conmueven las cosmovisiones que existen en cada cultura, ya sea antigua o contemporánea. También la naturaleza es un motor constante: su fauna, su flora, el agua. El agua me fascina como símbolo de vida, de tránsito, de esperanza.
—En ese sentido, ¿cómo ha evolucionado tu estilo en el tiempo?
Siempre he intentado mantener una actitud de aprendiz, un espíritu curioso. Cada etapa ha traído una evolución. He cambiado mi paleta, mis lienzos están más inundados de color. Esa búsqueda, sumada a la responsabilidad de ser artista, me ha dado gratas sorpresas. Diría que ahora tengo más fluidez, más libertad para expresarme a través del color, el trazo y la forma.
—¿Estás explorando nuevas técnicas o materiales?
Trabajo principalmente con óleo sobre lienzo, es la técnica que más se adapta a lo que quiero transmitir. Pero siempre comienzo con bocetos al carbón, lápiz o acuarela. Últimamente he incorporado pan de oro, plata y bronce. Me interesa cómo estos elementos, con tanta historia en el arte, pueden generar nuevas lecturas simbólicas y estéticas.
—¿Qué emociones o ideas deseas comunicar con estas obras recientes?
Quiero revalorizar lo cotidiano, lo sencillo. Exaltar esos momentos con elementos simbólicos y convertirlos en experiencias visuales profundas. Me interesa que las miradas —humanas o animales— hablen por sí solas, que sugieran preguntas, esperanzas o simplemente el disfrute del presente. También hay una reflexión sobre la naturaleza, sobre lo que el agua nos ha dado durante miles de años. Es una forma de agradecer y, al mismo tiempo, alertar.
—¿Hay alguna obra que consideres emblemática de esta etapa?
Cada obra representa fielmente la etapa en la que estoy. Pero debo admitir que disfruto mucho los formatos grandes. Me permiten soltarme más, entregarme con mayor intensidad al proceso creativo.
—¿Qué temas predominan en tus pinturas actuales?
Estoy desarrollando una temática fluvial. Barcas y balsas que cruzan cuerpos de agua, guiadas por niños o personajes simbólicos, cargadas de flora, fauna y luz. También he trabajado una pequeña serie de caballos y niños, inspirada en la cultura etrusca. Me interesa cómo ciertas imágenes arcaicas pueden seguir teniendo vigencia emocional y estética.
—Y en todo esto, ¿qué lugar ocupa lo peruano?
Un lugar fundamental. La cultura, el paisaje, la historia del Perú son la base de mi motivación. He viajado por muchas regiones del país para absorber sus formas, sabores, colores, su temperatura. Todo eso lo interiorizo y luego lo transformo en imágenes. Mi intención es hacer que esa experiencia se vuelva universal a través del arte.
—¿Sueles incluir símbolos personales en tus obras?
Sí, aunque me interesa más usar símbolos universales a los que les doy una interpretación propia. Las barcas, por ejemplo, significan avance, traslado. Las flores son ofrendas. El agua es vida. Los animales, especialmente los monos, representan comunidad e instinto. Y el ser humano, claro, como timón de su propio destino.
—¿Cómo entiendes lo contemporáneo en tu pintura?
Para mí, lo contemporáneo es tener un compromiso con la realidad, con tu entorno. Es expresar desde lo personal, pero dialogando con lo social y lo colectivo. Puede ser subjetivo o más objetivo, pero siempre debe generar una emoción o una reflexión en quien mira. Eso intento hacer en cada obra.
—¿Tus obras nuevas dialogan con lo social o político de alguna forma?
Muchas de ellas están inspiradas en la Amazonía peruana: su gente, su entorno, su cultura. No es un discurso político directo, pero sí hay una intención de visibilizar, de valorar lo que tenemos. Mostrar esa belleza desde la imagen, darla a conocer, protegerla desde el arte.
—¿Dónde estás pintando actualmente? ¿Has cambiado de espacio?
Sigo trabajando en mi taller en Magdalena. Es un lugar donde puedo estar concentrado y trabajar con intensidad. Es un espacio muy personal, donde fluye todo con naturalidad.
—¿Trabajas una obra a la vez o varias en paralelo?
Prefiero trabajar una obra a la vez. Me meto de lleno en cada una desde el principio. Me gusta estar completamente inmerso, vivir ese proceso como si fuera único.
—¿Cómo sabes cuándo una obra está terminada?
Tengo una imagen mental bastante clara de lo que quiero lograr. A veces el proceso me lleva por otros caminos, pero con los años he aprendido a reconocer cuándo una obra ya está completa. Es una mezcla de intuición y oficio. Cuando siento que no hay nada más que aportar, que todo está dicho, entonces la dejo ir.
—¿Tienes exposiciones próximas o proyectos en camino?
Sí, hay varios proyectos en curso. Exposiciones en México, Japón y también en Lima, en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC). Algunos son a corto plazo, otros más a futuro, pero siempre estoy moviéndome, planificando, trabajando.
—¿Estás colaborando con otros artistas?
Sí, tengo varias expos colectivas con colegas y amigos del arte. Me parece fundamental ese intercambio. Siempre hay algo nuevo que aprender, tanto desde lo vivencial como desde lo cognitivo. La creación también se alimenta del diálogo.
—¿Qué te gustaría explorar a continuación como pintor?
Seguir viajando. Vivir, sentir. Esa experiencia directa me ayuda a comunicar desde un lugar más honesto. También quiero seguir explorando materiales, llegar a ese punto donde el alma, la técnica y el material se fusionan. Esa es la búsqueda.
—Y finalmente, ¿cómo resumirías tu intención como artista en este momento de tu vida?
Creo que busco conectar. Con el otro, con la naturaleza, conmigo mismo. Que cada obra sea una puerta hacia un estado emocional o espiritual. Que se quede en la memoria del espectador, que lo acompañe. El arte como un puente, un espejo y un mapa al mismo tiempo.
Diego Alcade no pinta sólo escenas: crea territorios emocionales donde la memoria, la naturaleza y lo sagrado se entrelazan. Su obra, profundamente arraigada en lo simbólico, nos invita a mirar más allá de lo visible y a reconectar con lo que a menudo dejamos de lado. En un mundo que corre sin pausa, sus lienzos nos ofrecen un refugio: un espacio para contemplar, sentir y reencontrarnos con lo verdaderamente humano.