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Javier Junceda Moreno: Los peruanos os expresáis en el mejor español, como es aceptado universalmente.

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Javier Junceda Moreno es un destacado escritor y personalidad de leyes nacido en España, quien tiene una importante relación con el mundo intelectual, cultural y académico peruano.

Por José Beltrán Peña.

José Beltrán Peña: Javier, a esta altura de tu vida como hombre de leyes, ¿cuál es tu concepto personal del derecho y el de ser escritor?

Javier Junceda Moreno: Me gusta decir que soy letrado, en el doble sentido de persona que se dedica profesionalmente al derecho y que cultiva las letras. Nunca fui de números. Tengo la fortuna de tener un trabajo que me permite escribir, algo que hago también en mis momentos de ocio, porque soy un grafómano incurable. El derecho, con treinta años de dedicación a las espaldas, lo sigo viendo como un instrumento útil para la convivencia social, aunque, como todo, precise de su actualización. Y mi faceta de escritor es como una válvula de escape a tanta norma y sentencia judicial.

JBP: ¿El ser abogado fue una decisión propia o te lo impuso la familia?

JJM: Quise ser periodista, pero mi padre me persuadió diciéndome que si me dedicaba al derecho podría también escribir, además de “picar pleitos”. Así lo hice y no me ha ido del todo mal.

JBP: ¿Por qué los preceptos legales no son válidos para todos los países?

JJM: En buena medida sí lo son, porque ha habido una gran estandarización de las fórmulas legales por el mundo. Pero esa peculiaridad de cada ordenamiento suele responder a la soberanía de cada nación, a su idiosincrasia, cultura o moral. Las reglas que permiten la poligamia, por ejemplo, son impensables en Occidente, pero no en otras latitudes.

JBP: ¿Para qué sirven las investigaciones en el campo jurídico, porque a veces hay normas que se dictan y tienen apellido o grupo propio?

JJM: Sirve para comprobar que no todo es posible en derecho, que hay cosas que repugnan el más elemental sentido jurídico, aunque se plasmen en leyes o sentencias. El derecho hunde sus raíces en la moral de un pueblo, y eso no se puede cambiar a golpe de reforma legal de la noche a la mañana.

JBP: ¿Qué importancia real tiene el derecho romano?

JJM: Continúa siendo la madre del derecho civil, a pesar de que esté siendo arrinconado inexplicablemente en los planes de estudio. Soy un enamorado de las tres colinas sobre las que se ha edificado nuestro mundo: las de Roma y su derecho, la de Atenas y su filosofía y la del Calvario y el cristianismo.

JBP: ¿Qué te parece el derecho peruano y los lineamientos que direccionaron al Imperio Incaico: ama sua, ama quella y ama llulla (no seas ladrón, no seas mentiroso, no seas ocioso)?

JJM: El derecho peruano es reconocido como uno de los más prestigiosos de América, junto al argentino y el mexicano. Los juristas peruanos son de gran altura. Los aportes originarios y de la hispanidad son de un extraordinario valor. Lo que decía el Inca me recuerda a los tría iuris praecepta de Ulpiano: vivir honestamente, no hacer daño a nadie y dar a cada uno lo que le corresponde.

JBP: ¿Las obras literarias, como las novelas, son imprescindibles para el derecho y su aprendizaje?

JJM: Me gusta decir que leo pocas novelas porque ya me las cuentan en el despacho. Hay historias y casos que darían para la mejor obra de ficción.

JBP: Si te ha sucedido, ¿qué se siente perder un juicio?

JJM: Decepción, si antes habías calibrado la razón que te asiste. Para ganar un pleito hay que tener razón, saber exponerla y que te la den, y de esto último no es responsable el abogado. La mayor frustración viene de la denegación de la justicia cuando tienes más razón que un santo y no te la quieren dar.

JBP: ¿Cuál debe ser la mayor virtud de un abogado?

JJM: La rapidez para captar la realidad y dar con la fórmula para solucionar el problema. Y es importante tener capacidad de persuasión, lo que se logra congeniando conocimiento jurídico y un toque pasional en la defensa.

JBP: Los adelantos tecnológicos, ¿ayudan o perturban el campo del derecho?

JJM: Pienso que hay asuntos más mecánicos que podrían tener una adecuada respuesta con la inteligencia artificial. Y también es cierto que los algoritmos pueden evitar tantos sesgos cognitivos de los jueces a la hora de resolver asuntos. Pero el tiempo dirá hacia dónde caminan esos avances.

JBP: Puntos negativos de la inteligencia artificial en el derecho.

JJM: No todos los perfiles de los casos son susceptibles de llevarse a un algoritmo. La valoración de la prueba, por ejemplo, es complicado que pueda hacerlo la IA, de igual modo que tener en consideración la proporcionalidad de alguna medida a aplicar. Hay cosas que hemos de dejar a los humanos cuando juzgan a otros humanos.

JBP: Aparte de Eduardo González Viaña y de José Beltrán Peña —¡famosos esos individuos, jaja!—, ¿a qué escritores peruanos conoces?

JJM: He leído también a Vargas o a Bryce. Y en el mundo del derecho o la política, a Paco Miró Quesada. Los peruanos os expresáis en el mejor español, como es aceptado universalmente.

JBP: Después de cuántos años regresas al Perú, y ¿qué te gusta de mi país?

JJM: He perdido la cuenta de mis viajes al Perú. Suelo venir con frecuencia. Perú es mágico, rico, con unos ciudadanos extraordinarios, generosos y buenos. He recorrido los cuatro puntos cardinales de esta gran nación y siempre me he encontrado con gentes formidables y unos recursos naturales o culturales incomparables. Soy un apasionado de este país.

JBP: Vas a recibir en un mismo día el Honoris Causa de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y el Premio Palabra en Libertad de la SLAP. ¿Cómo te sientes?

JJM: Pienso que se han debido confundir de persona, jajaja. Me siento profundamente honrado y solo espero estar a la altura de estos reconocimientos, de los que no me considero merecedor. Soy, simplemente, una persona inquieta que ha tratado y trata de mejorar cada día y de vivir con intensidad cada jornada. Y nunca podré agradecer tantos gestos de fraternidad de este país que considero mi segunda patria desde hace años.

JBP: Tus palabras finales.

JJM: Me gustaría dedicar un sentido homenaje a las letras, jurídicas y no jurídicas, que en la hispanidad hemos sabido forjar. No pocos juristas hispanoamericanos son hombres de leyes, como González Viaña. Los vasos comunicantes entre el derecho y la creación literaria son intensos, y permiten descubrir vocaciones literarias entre el árido lenguaje legal. En mi caso, escribir me ha permitido desconectar de esa férrea nomenclatura que impone el derecho, y vagar con entera libertad por los asuntos del pensamiento o de la observación social, algo apasionante.

El miércoles 30, en el Museo José Carlos Mariátegui, sito en Jr. Washington 1946, Lima, a las 6:30 p.m., la Sociedad Literaria Amantes del País lo galardonará con el Premio Palabra en Libertad. Lo acompañarán en la Mesa de Honor Eduardo González Viaña, José Beltrán Peña y Eduardo Arroyo Laguna