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Qué me mira,cadete (I)

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Columna: EN OTRO LENGUAJE

Jaime Asián Domínguez.*

@jaimeasian

“Primero fui “Perro” (alumno de tercer año), luego “Chivo” (aspirante) y, finalmente, “Vaca” (técnico), un status quo adosado a la disciplina, moralidad y trabajo…”.

Ser cadete lo marca a uno, necesariamente. Ingresé al Colegio Militar “Elías Aguirre” (CMEA), de Chiclayo, allí en el kilómetro 10 de la carretera a Pimentel, y mi vida nunca más fue la misma. El hecho de ponerme un uniforme implicó un cambio de pelaje a prueba de balas. “Heladero”, me gritaban algunos envidiosos.Primero fui “Perro” (alumno de tercer año), luego “Chivo” (aspirante) y, finalmente, “Vaca” (técnico), un status quo adosado a la disciplina, moralidad y trabajo, las inquebrantables premisas de nuestra querida alma mater.

Esta nomenclatura de denominaciones no era exclusiva de los aguirreños porque, con igual connotación, se respetaba en los otros colegios militares del país. Mario Vargas Llosa, el leonciopradino más ilustre que se conoce, arrancó de esta trilogía el nombre para su extraordinaria novela “La ciudad y los perros”.

Y todos esos estamentos de estudio y formación con régimen castrense los disfruté sin dudas ni murmuraciones. Si bien, al inicio, los ‘superiores’ imponían su autoridad y, por ejemplo, pasabas por el respectivo bautizo -”te enseñan a ser hombrecito”- decía mi tía Teresa, cuando llegabas a cuarto de secundaria empezabas a tener cierto mando y los que pagaban los platos rotos eran los “perros”.

Ya en quinto, el último año, eras un superpoderoso y te cansabas de ordenar ranas, planchas, canguros, polichinelas y hasta una lapidaria papeleta de 20 puntos que impedía al castigado salir el fin de semana. “Para ranas, 1, 2…”. (Continuará…).

*Escribo estas líneas a propósito del caso de los alumnos del Colegio Militar Leoncio Prado que formaron desnudos y descalzos, por orden de su superior, a plena frialdad de la noche. Una cosa es cierta: los colegios militares ya no son los de antes, y la perspectiva de los castigos, tampoco. Y lo digo sin ánimo de justificar absolutamente nada.

*Periodista de vocación. Trabajo en medios de comunicación desde que era alumno universitario y, en el camino, he sumado varios logros profesionales que me hacen vivir orgulloso de esta carrera.

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