Los muertos que nunca mueren

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    Por Oswaldo de Rivero Barreto

    Salgo de mi cargo como Embajador en Washington con un solo pensamiento y es que los muertos nunca mueren. No puedo seguir representando a un Gobierno que trata de explicar una crisis política, sin admitir su responsabilidad por los muertos que ha producido. Un gobierno, que se lamenta y promete una compensación a los deudos. Algo indignante, porque con su compensación quiere comprar el dolor y olvidarse de la justicia

    El 26 de enero, la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos del Perú publicó un informe en el que denuncio “los altísimos niveles de represión del Estado” y reportó que esta ha generado “56 fallecidos (7 menores de edad), de ese total 46 son por responsabilidad directa del Estado; y 912 personas heridas”. Ahora las muertes se elevarían hasta 60, según algunas fuentes.

    El Secretario General de Naciones Unidas expresó estar “profundamente conmocionado por el número de muertes registradas en el contexto de las protestas” e instó “a las autoridades a que garanticen el respeto de los derechos humanos y a que velen porque se lleve a cabo una investigación diligente, independiente, imparcial y transparente de las denuncias de uso excesivo de la fuerza y de violaciones de los derechos humanos”.

    El Gobierno se equivoca al no presionar para que exista una investigación, como la que pide el Secretario General de las Naciones Unidas, porque los muertos, por la violación de los derechos humanos, nunca mueren porque viven a través de la protesta de sus familias y  de las poderosas  organizaciones y también de  importantes gobiernos  que defienden los derechos humanos.

    En efecto, hoy Fujimori aún vive en la cárcel condenado por la masacre de la Cantuta y de Barrios Altos, usted Presidenta tendrá que pagar ante la justicia las decenas de personas muertas por las fuerzas del Estado.

    Según la doctrina, en materia de derechos humanos, no se justifica el uso de armas de fuego contra manifestantes no armados. La fuerza debe utilizarse de manera proporcional y solo como un último recurso. En el Perú la fuerza se ha dado de manera indiscriminada contra manifestantes violentos y pacíficos sin distinción. Todo lo cual constituye una violación del Decreto Legislativo 1186.

    Hoy los muertos no han muerto, Y ya están hablando a través de una gran potencia defensora de los derechos humanos como los EEUU. En  efecto,  20  importantes congresistas de la Casa de   Representantes han dirigido una larga carta al Presidente Biden, en el mismo momento que la señorita Canciller recurría Washington,  vendiendo la narrativa del Gobierno.

    En esta carta los congresistas denunciaban que se había cometido una   violación de los derechos humanos y terminaba diciendo al Presidente que suspenda su cooperación con el Perú hasta que la represión contra la protesta cese y se investigue los crímenes contra los derechos humanos y se enjuicie a los responsables.

    Los muertos han hablado y seguirán persiguiendo a los miembros de este gobierno, porque nunca mueren.