Tergiversaciones e infamias de la política actual
Publicado el 16/08/2025
Todo en la política peruana es objeto de tergiversaciones y cuestionamientos de parte de los rivales, aun en el extremo de que lo discutido sea de interés para la nación.
Por ello, la escena actual es tan miserable, pues aunque, tradicionalmente, nunca se ha tenido la hidalguía de reconocer en los otros el mérito correspondiente, lo de ahora es lo más despreciable que hay, dado que se pretende restar valor a normas de una importancia fundamental para el país y no solo para un grupúsculo de interesados en llenarse los bolsillos hablando de un imposible terrorismo de Estado dado durante los años ochenta y noventa, del que, para mayor Inri, casi siempre se excluye a Belaúnde, cuando la distancia de este presidente respecto de los otros en la misma conjunción de acciones criminales es idéntica.
Del mismo modo, todo el tiempo se ha engrandecido a gente sin ningún valor como Vizcarra o del Solar, solo por el gesto ridículo de haber sido «antifujimoristas» y por haber realizado un singular golpe de Estado (lo califiqué como «soft» en su momento) el 30 de septiembre de 2019. Sin embargo, los que se ven dañados por esta verdad, niegan la realidad y afirman que hubo una imposible «denegación fáctica de la confianza». Y, aún así, hay ineptos que auguran y proclaman que el alfil de Vizcarra en dicha inmunda contienda es presidenciable, bárbara estulticia.
Esto no quiere decir que el Fujimorismo parlamentario no haya sido la fuerza más obstruccionista y bruta de aquella época en la que amplificó sus desmanes, pero no se puede disfrazar la realidad de acuerdo no al interés de la población, lo que acaso admitiría la posibilidad de una justificación, sino al de una gentuza empecinada en ejercer un poder para el que no tienen ninguna competencia, incluida la moral, desde luego (y si no véase como, pese al paso del tiempo, el moqueguano está debidamente sometido a una prisión preventiva por supuesto cohecho pasivo en el caso Lomas de Ilo y Hospital de Moquegua ante los varios elementos de convicción que la Fiscalía ha recopilado y por su acreditada condición de obstaculizador de cualquier trámite como se comprobó durante su infecto mandato presidencial).
Ahora, medio mundo (caviar) se exalta por la promulgación de la Ley de Amnistía que tiene su trasfondo malicioso (no puede ser de otra forma debido al orden legislativo en curso, ¡vamos, el des-«orden» político entero!), pero, pese a su extracción, deviene en algo positivo como sostuve en esta columna el 17 de julio, «La violencia política y el interés primordial de la nación», argumentos a los que me remito.
En todo caso, la realidad está por encima de cualquier capricho y el antifujimorismo no es una garantía moral, máxime cuando la política peruana, en general, es fujimorista en todas sus formas.