Los caviares consiguieron “su muerto”: ¡Oportunistas capitalizan la sangre del pueblo!

Publicado el 17/10/2025

Los caviares consiguieron “su muerto”: ¡Oportunistas capitalizan la sangre del pueblo!

Ricardo Milla Toro
Director de Diario UNO

Todos sabemos que los sectores ligados a la gran burguesía financiera estaban esperando su oportunidad, y desgraciadamente la muerte de Mauricio Ruiz se la está dando en bandeja. Hace días veníamos advirtiendo que necesitaban sangre para justificar su narrativa golpista, y ahora la tienen.

Lo perverso es cómo Ruth Luque y todo ese grupo de Nuevo Perú aparecen inmediatamente en los medios, llorando por el pueblo mientras son ellos mismos quienes empujaron a esos jóvenes al enfrentamiento. La operación es clara: fabricar muertos, amplificar el drama mediático, culpar al gobierno de Jerí, y posicionarse como la alternativa «democrática». Los caviares quieren caos.

Susel Paredes, Flor Pablo y toda esa camarilla caviar llevan años tejiendo esta red, esperando el momento preciso para dar el golpe. ¿No les parece demasiado sospechoso que el disparo asesino se haya dado cerca de la medianoche, en un lugar ya alejado del foco principal de la marcha? Piensa mal y acertarás, reza el adagio popular. ¿Quiénes se benefician con esta tragedia? Los mismos grandes bancos que quieren retomar el control total del aparato estatal.

Ya se identificó al asesino material: Luis Magallanes, SO 3ra, quien debe ser sancionado con todo el peso de la ley. Pero los responsables políticos tienen otros nombres: son los operadores de la gran burguesía financiera que diseñaron esta estrategia desde sus escritorios. Una táctica psicosocial de manual que ha pretendido repetir la tragedia del 2020 que acabó con Merino.

Hay que ser enfáticos: las movilizaciones actuales ya no tienen nada que ver con las demandas populares originales. Lo de las AFP quedó olvidado, la inseguridad ciudadana desapareció del discurso, y ahora solo queda ese grito vacío de «Que se vayan todos». ¿Casualidad? No. Es parte del plan, de la conspiración golpista en curso.

Los caviares necesitaban vaciar de contenido las protestas para rellenarlas con su propia agenda: tumbar a Jerí y meter a alguien de su sector. La izquierda liberal siempre opera así: toman luchas genuinas, las despojan de sus reivindicaciones concretas, y las convierten en vehículos para sus intereses de clase. El oportunismo les brota tan naturalmente como el sudor de la piel.

Ahora están usando el cadáver de un joven trabajador como bandera publicitaria de su proyecto político. Mientras lloran en cámaras, estos caviares ya están calculando cómo convertir esta tragedia en una censura a la Mesa Directiva. A la gran burguesía financiera no le importan los muertos; les importa recuperar el poder que perdieron. No les interesa mandar a los hijos del pueblo como ovejas al matadero.

Lo que pasó exige investigación rigurosa y justicia sin impunidad. Pero la responsabilidad política recae también sobre quienes diseñaron esta olla de presión. Los ultraizquierdistas que promueven las marchas violentas, que llaman a «quemar todo», que empujan a los jóvenes al enfrentamiento directo con la policía, crearon las condiciones para que esto sucediera. Del mismo modo, los derechistas más rancios que odian al pueblo trabajador, piden balas para los manifestantes. ¡Desgraciados! Ambas facciones del gran empresariado peruano usan de furgón de cola a la población para sus propios intereses de clase.

No se trata de defender a Jerí ni a este gobierno, quienes son operadores de la otra facción de la gran burguesía: la comercial, sino de entender que la intentona golpista de los caviares no representa ninguna alternativa real para el pueblo. No es mirar a un lado ante la brutal represión policial, la cual no distinguió entre vándalos ultristas, quienes cometieron actos violentos que lindan con el terrorismo, y ciudadanos indignados, personas mayores, mujeres y jóvenes que marchaban pacíficamente. Ahora bien, si logran tumbar a Jerí mediante tal método aventurerista, solo validarán que la violencia orquestada desde las élites es legítima para cambiar gobiernos según les convenga.

El camino debe estar claro: estabilidad institucional hasta 2026 y recobrar el orden arremetiendo contra la criminalidad, levantando a su vez la bandera de la Asamblea Constituyente como horizonte verdadero de transformación, como consigna principal que canalice la indignación popular. Los que gritan «Que se vayan todos» no ofrecen nada concreto, solo quieren poner a uno de los suyos. ¿Y eso qué cambiaría? Nada estructural. Pues, este Estado así como está diseñado no da para más. Ni los poderes del Estado, ni el sistema de justicia, ni la Policía Nacional, ni el sistema electoral, ni el modelo económico, nada de ello responde a los intereses supremos de la Nación como tampoco a los de los peruanos trabajadores que se rajan día a día por su familia.

En cambio, en esto los caviares reculan porque implicaría perder control. Ellos quieren llegar al gobierno para administrar cualquier cambio superficial que los mantenga en el poder. No podemos caer en esa trampa otra vez. No se puede repetir el Merinazo. No podemos seguir entregando el país al caos y crisis constantes.