La ridícula reacción del Ministro Malaver
Publicado el 07/10/2025
Ante el brutal asesinato de un chofer de la empresa Lipetsa, el gremio reaccionó con la única herramienta que parece conmover a un Estado inoperante: la paralización. El ministro del Interior, Carlos Malaver, sin embargo, dio una respuesta que desnuda cómo una autoridad puede perder la conexión con el drama social.
El ministro se declaró «sorprendido» por el anuncio del paro y cuestionó que se tome la decisión «tan alegremente». Esta frase, que minimiza el dolor y la desesperación de un sector tan castigado por la delincuencia, es otro error bárbaro de un funcionario cuya misión es garantizar que nadie muera por hacer su trabajo. La protesta no es «alegre»; es un grito de desesperación ante los hechos.
Pero la turbación del ministro no terminó ahí. Para justificar su «sorpresa» y diluir la presión sobre el móvil del asesinato, Malaver introdujo en la narrativa pública un detalle íntimo de la víctima: el proceso de divorcio.
Esta maniobra discursiva es perversa. En un país donde el sicariato ha convertido a los transportistas en objetivos rentables, el ministro no puede jugar a narrar cuentos. Al esgrimir el divorcio como un argumento, el ministro envía un mensaje frío y calculador: desvincular este crimen de la crisis de seguridad. Así asegura que no se critique la fracasada lucha contra el crimen.
El ministro recurre a una vieja táctica: echarle la culpa al ciudadano. Dice que los transportistas que no pueden parar porque el Estado «está cumpliendo» y que la Policía está haciendo un «gran esfuerzo». Este discurso victimista y autocomplaciente ignora la realidad: los transportistas siguen muriendo.
Un ministro del Interior, en momentos de crisis, debe transmitir empatía, firmeza y un plan claro. Malaver ha transmitido distancia, cuestionamiento a las víctimas y una peligrosa priorización de la conveniencia política sobre la verdad y la angustia ciudadana.Si el titular del Interior se «sorprende» por una protesta anunciada y prefiere indagar en la vida sentimental de un muerto antes que validar el terror extorsivo de un gremio, queda claro que su gestión padece de una crónica y peligrosa desconexión. El país necesita seguridad, no excusas ni distracciones mediáticas.