El oportunismo de Nuevo Perú, la metamorfosis de los «progresistas»

Publicado el 02/07/2025

CRÍTICA FILOSÓFICA
El oportunismo de Nuevo Perú, la metamorfosis de los «progresistas»

Ricardo Milla Toro
Director de Diario UNO

La historia se repite, primero como tragedia, después como farsa. Marx tenía razón cuando advertía sobre las contradicciones inherentes de la pequeña burguesía «revolucionaria», esa clase que oscila entre el discurso radical y la práctica reformista. El reciente viraje del Nuevo Perú hacia Pedro Castillo ilustra perfectamente esta dialéctica del oportunismo político que caracteriza a nuestra izquierda domesticada.

Recordemos los hechos con la frialdad que exige el análisis materialista. Verónika Mendoza y su partido pasaron tres años denunciando la corrupción del gobierno castillista, aplaudieron su caída tras el fallido golpe de Estado y legitimaron su encarcelamiento. Sus redes sociales rebosan de declaraciones donde califican al expresidente de «autoritario», «corrupto» e «incompetente». Pero ahora, ante la proximidad electoral, descubren súbitamente que Castillo representa la «unidad del pueblo» y la esperanza de «refundación nacional».

Esta pirueta ideológica no sorprende a quienes conocemos la naturaleza de clase de estos sectores. Como diría Lenin, son pequeñoburgueses que «juegan a la revolución» sin comprender las contradicciones reales del capitalismo peruano. Su materialismo es puramente retórico, su indigenismo una pose electoral, su anticapitalismo una estética vacía de contenido político real.

El abandono de Vicente Alanoca resulta particularmente revelador. Este dirigente aymara, también profesor como Castillo, encarnaba supuestamente los valores de renovación que pregona el Nuevo Perú. Pero la lógica electoral burguesa se impone sobre cualquier consideración programática o ética. ¿Para qué apostar por un candidato propio cuando pueden subirse al carro de quien ya tiene «capital político»? La respuesta evidencia que para estos sectores la política es puro cálculo electoral, no transformación social.

Marx advertía que la pequeña burguesía «revolucionaria» siempre termina traicionando sus principios ante la primera oportunidad de acceder al poder. El Nuevo Perú confirma esta ley histórica con precisión matemática. Su giro hacia Castillo no responde a ninguna reflexión ideológica profunda sino al pragmatismo más vulgar: necesitan votos y el expresidente los tiene, aunque esté en prisión.

La ironía alcanza niveles kafkianos cuando estos mismos sectores que celebraron el encarcelamiento de Castillo ahora lo presentan como víctima del «sistema» y líder natural de los oprimidos. ¿Qué cambió en estos tres años? ¿Acaso Castillo se volvió menos corrupto desde la cárcel? ¿O simplemente Mendoza descubrió que sin él no puede acceder al poder?

El materialismo histórico nos enseña que las ideas dominantes de cada época son las ideas de la clase dominante. Estos sectores «progresistas» han interiorizado completamente la lógica del sistema electoral burgués, donde lo único que importa es ganar, no transformar. Su «izquierda» es pura estética, su «anticapitalismo» mero marketing político.

Como observaba Gramsci, la hegemonía burguesa no se sostiene solo por la fuerza sino por el consenso. Sectores como el Nuevo Perú cumplen la función de canalizar el descontento popular hacia formas inofensivas para el sistema. Critican aspectos superficiales del capitalismo mientras reproducen su lógica más profunda: la subordinación de la política a los intereses electorales inmediatos.

La tragicomedia alcanza su clímax cuando estos mismos dirigentes hablan de «poner a un lado los intereses particulares y ambiciones personales». ¿Existe mayor cinismo? Toda su maniobra politiquera responde precisamente a ambiciones personales de poder. Abandonan a su candidato indígena por conveniencia electoral y lo presentan como «sacrificio por la patria».

Esta es la izquierda que tenemos: domesticada, oportunista, incapaz de construir un proyecto político coherente. Una izquierda que critica el sistema por las mañanas y negocia con él por las tardes. Una izquierda que habla de pueblo mientras lo utiliza como escalón electoral.

Marx tenía razón: la historia tiende a repetirse como farsa. El castillismo fue tragedia, el neo-castillismo de Mendoza es pura comedia burguesa.