Coffee breaks de lujo en un país con hambre
Publicado el 12/08/2025
En un país donde miles de familias deciden cada mañana si alcanzará para un pan o para un pasaje, existen ministerios y despachos que destinan decenas de miles de soles a coffee breaks y almuerzos de lujo para distintos eventos protocolares.
Los “registros” señalan que ministerios como Relaciones Exteriores, Salud, Educación e Interior han gastado montos que, en algunos casos, superan los veinte mil soles en un solo servicio de refrigerio. El Ministerio de Relaciones Exteriores, por ejemplo, pagó S/ 22,500 en un cóctel y coffee break por una ceremonia institucional, y S/ 2,790 por un almuerzo para apenas diez personas. No es un error de cálculo: S/ 279 por comensal. En el Ministerio de Educación, donde todavía existen colegios con techos de calamina y sin baños, se firmaron contratos por S/ 8,700, S/ 8,992 y S/ 14,500 solo en refrigerios, además de un servicio que alcanzó los S/ 32,000.
El Ministerio de Salud, desembolsó S/ 18,120 en un almuerzo y coffee break. Y el Ministerio del Interior, que debería estar ocupado en frenar la delincuencia, encontró tiempo y presupuesto para ofrecer alitas, butifarras, tartaletas y pie de limón.
El Despacho Presidencial no se queda atrás: casi tres millones de soles destinados a alimentos en apenas dieciocho meses. Tres millones que no fueron para ollas comunes, desayunos escolares o medicinas en postas rurales, sino para garantizar que el protocolo nunca pase hambre.
Esto no es nuevo. En nuestra historia republicana, el poder siempre ha sabido servirse primero y servir después, si sobra algo. La diferencia es que hoy lo hacen con el aplauso silencioso de una maquinaria estatal que considera normal gastar como reyes mientras gobiernan sobre un pueblo que vive como siervo.
César Vallejo decía: “Hay, hermanos, muchísimo que hacer”. Pero para quienes están en el poder, lo urgente parece ser que no falte el café gourmet ni el pie de limón. El Perú no necesita más mesas servidas en salones ministeriales; necesita hospitales que no colapsen, escuelas dignas y autoridades que recuerden que la política no es un banquete, es un servicio.
Mientras tanto, allá afuera, un niño camina dos horas para llegar a clases con el estómago vacío y un anciano espera meses para que lo atienda un médico. Pero en los salones del poder, el mantel está impecable, la vajilla reluce y el café siempre está recién molido. Para ellos, el hambre del pueblo puede esperar; el coffee break, jamás.
Para ellos, el hambre del pueblo puede esperar; el coffee break, jamás.