Civilización al fuego
Publicado el 31/08/2025
La gastronomía no es un adorno para turistas ni una pregunta superficial de periodistas vacíos. La gastronomía es historia, identidad, política, espiritualidad y destino. En cada pan con chicharrón, en cada tamal, en cada cebiche, se condensa una civilización viva que no se rinde ante rankings ni modas.

Sí, ahora hay un concurso en redes para elegir el mejor desayuno del mundo. Ecuador presenta su bolón de verde; Perú, su pan con chicharrón y tamal. Muchos lo ven como un juego, pero no lo es. Aunque el formato sea caviar y superficial, es una oportunidad para mostrar al mundo que no solo somos los mejores por nuestro sabor, sino por nuestra historia, por nuestra identidad mestiza, por la civilización que somos y que proyectamos.

Porque el Perú no imita, origina. Nuestra cocina no es accidente, es síntesis civilizatoria: el cerdo traído por España, la cebolla llegada de Asia, las especias navegando desde Oriente por rutas hispánicas… todo se fundió aquí, como Dios que crea algo nuevo. Como Roma no destruyó la Grecia bella sino que la engrandeció, España no borró nuestra civilización: la fusionó, la multiplicó y le dio un alcance universal. Lo nuestro es el mismo principio que Alejandro Magno comprendió al fundar sus Alejandrías: crear orden en la diversidad, tejer destino en la diferencia.

Enrique Dussel lo explica: “la verdadera civilización no es la que anula al otro, sino la que lo incorpora para crear lo nuevo” (Filosofía de la liberación, 1973). Y Byung-Chul Han nos advierte que la banalidad digital reduce todo a un clic: el “me gusta” como simulacro de identidad (La sociedad del cansancio, 2010). No podemos aceptar que nuestra historia se mida en votos… pero sí podemos aprovechar el voto para afirmar nuestra voz.

El Perú es centro, no periferia; sol, no satélite. Lo fuimos en Caral, lo fuimos en el Tahuantinsuyo, lo fuimos en el Virreinato que gobernó medio planeta desde Lima, y lo somos hoy en cada mesa del mundo donde se sirve un plato peruano. No pedimos permiso para existir: definimos el horizonte.
Por eso, este concurso no es sobre un pan ni sobre un bolón, es sobre identidad. Y la identidad no se discute, se afirma. Votemos por Perú. Yo ya voté. Votar es también declarar al mundo que nuestra historia es grande, mestiza y eterna.

No solo en geopolítica, historia e identidad, sino también en la concreción gastronómica y en la hondura espiritual de nuestra Patria, está la certeza inquebrantable: el futuro es nuestro y es hoy.