A 245 años de la revolución Tupacamarista
Publicado el 09/11/2025
El sábado 04 de noviembre de 1780, el kuraka José Gabriel Túpac Amaru ordenó la captura y prisión de Antonio Juan de Arriaga y Gurbista corregidor español con un pasado político muy controversial como Gobernador de Tucumán. De Arriaga conoció a Túpac Amaru durante su visita al corregimiento de Tinta (mediados de 1779), donde recibió las quejas del Kuraka por los abusos que cometía el supervisor Idelfonso de Mendieta. Lo que generó un primer desentendido entre la autoridad española y el Kuraka-Arriero. Pese a ello, De Arriaga se encargó de cobrar una gran deuda –en dinero- que le tenían a Túpac Amaru en Lima. El dinero fue enviado con prontitud. El viernes 10 de noviembre, luego de un juicio sumario con la participación de miles de indígenas de la región, De Arriaga fue encontrado culpable de diversos abusos por lo que fue ajusticiado y enterrado en la Catedral de Tinta. Los revolucionarios mostraban respeto con la última voluntad de ex corregidor español.
Inmediatamente, se iniciaron las funciones del nuevo gobierno que liberó la región de las leyes españolas y sus autoridades. La Mita (trabajo obligatorio y gratuito de los indígenas a favor de los españoles) fue anulada. Este acto ha sido considerado por Pilar Roca Palacio como el origen de los Derechos Laborales en el Perú moderno. También se decretó la libertad de todos los esclavos en el territorio americano. Esto diferencia mucho a Túpac Amaru de sus pares que dirigieron la Independencia de las Trece Colonias (1776) y la Revolución Francesa (1789), quienes mantuvieron la esclavitud como forma de producción y de negocio. Incluso, Túpac Amaru enroló a muchas mujeres como cuadros dirigentes y comandantes de la revolución: Micaela Bastidas Puyucahua, Tomasa Titu Condemayta, Margarita Condori, Cecilia Túpac Amaru, Marcela Castro, Manuela Tito Cóndor, Antonia Caya, Nicolasa Torres, Santusa Castro, Margarita Noguera, entre otras. En una sociedad profundamente conservadora, donde las mujeres cumplían un “rol secundario” (como madres y en el hogar), la revolución de 1780 las incorporó como cuadros políticos y militares dirigentes. Tomaban decisiones y daban órdenes a los ejércitos compuestos por miles de campesinos. Muchos kurakas varones conservadores y “españolizados” entendieron que sus privilegios peligraban frente a las exigencias de estas mujeres alzadas en armas contra el imperio español. Con el tiempo, estos kurakas traicionaron la revolución y cooperaron con la represión española.
Luis E. Valcárcel sostiene que José Gabriel Túpac Amaru es un liberal-andino. Donde, lo andino no es una referencia directa al espacio geográfico en el cual nació y creció nuestro kuraka-arriero revolucionario; sino por el contrario, está vinculado directamente a la ideología (y sus manifestaciones socioculturales) que se han desarrollado (en el tiempo) en esa determinada área geográfica y que se vinculan directamente con todas las formas de convivencia existentes. Las ideas liberales fueron introducidas por los sacerdotes jesuitas que se encontraban diseminados por las áreas andino-amazónicas del actual Perú. Pero, fue Túpac Amaru quien logró vincularlas con las ideas pre-existentes. Luego de una lectura detallada de los Comentarios Reales del Inca Garcilaso de la Vega, logró comprender la importancia de las dualidades (y cuatriparticiones) complementarias. Los mitos de Manco Cápac y Mama Ocllo como el de los Hermanos Ayar, sirvieron para reconocer la importancia de la dualidad varón/mujer o mujer/varón en la existencia de una “pareja” (Uno, en realidad) que, de manera complementaria se transforman en los civilizadores y re-ordenadores de un mundo sumido en el caos.
Esta forma de percibir la realidad, se complementó con las ideas de libertad que los liberales introdujeron en sus discursos. Túpac Amaru amplió al máximo esas ideas de libertad y, en lo social, lo complementó con el rol de las mujeres en la producción y la conducción de la sociedad. No olvidemos que Mama Huaco fue una suerte de divinidad/mujer guerrera. Por ello, Micaela Bastidas y las otras mujeres no eran “raras” en el mundo andino (como si lo eran para los occidentales y occidentalizados); sino, simplemente, estaban cumpliendo el rol de mujeres guerreras que luchan por sus sociedades.
Hace 245 años, en un lugar perdido en los andes del sur del Perú, se inició una revolución que buscó transformar totalmente la realidad. En todos sus aspectos. Pero, como muy bien lo ha indicado Alberto Flores-Galindo, fue una revolución con características andinas. Fue un adelanto de lo que luego dirá José Carlos Mariátegui “Sin calco ni copia”. Esta originalidad la hace difícil de comprender para todos aquellos que están acostumbrados a contrabandear –de manera mecánica- las formas de interpretar los hechos del pasado. Incluso, se ha llegado a sostener que “sólo fue una rebelión contra los impuestos” olvidando (quizás) que la Independencia de las Trece Colonias Inglesas, también inició como un movimiento contra los impuestos; e, incluso, la propia Revolución Francesa encontró en la lucha contra los impuestos un discurso motivador contra la monarquía. Pero, los mismos que atacan a Túpac Amaru, resaltan las figuras de los revolucionarios de 1776 y 1789. 245 años después, Túpac Amaru sigue siendo incómodo para los grupos de poder que controlan este país.