EN OTRO LENGUAJE
Consultor de contenidos y analista político – @jaimeasian
JAIME ASIÁN DOMÍNGUEZ

El Perú ha vivido días felices tras la elección de Robert Prevost como máxima autoridad de la iglesia católica. Y es que León XIV no es el nuevo papa y punto. No. El santo padre, como sabemos, tiene nacionalidad peruana y, si las elecciones fuesen mañana, estaría apto para sufragar. Su prédica de varios años por diversas ciudades de nuestro país, entre ellas su querida Chiclayo, le permitieron adentrarse en la realidad nacional, trabajar en soluciones de la mano con la población y sabe perfectamente qué hace la presidenta Dina Boluarte y qué hicieron los anteriores mandatarios.
La imponente misa de entronización de ayer marca el inicio de su pontificado y, como narran quienes tuvieron la gracia de conocerlo, es un hombre de chamba que gusta estar cerca de los fieles. Se espera, entonces, que inmediatamente ponga manos a la obra, viaje por el mundo (aquí es esperado con los brazos abiertos) y desarrolle esa agenda adelantada que prioriza los valores de igualdad y justicia. Llega al Vaticano con un altísimo porcentaje de aprobación y, para empezar, ostenta algo que no se compra por kilos:
Carisma, empatía, liderazgo, discurso claro y directo. Y hablando de Dina Boluarte,
Dios quiera que luego de estrecharle la mano a León XIV y dialogar con él sobre “el bienestar de todos los peruanos”, vuelva recargada y asuma este año final de su estadía en Palacio de Gobierno con mayor eficacia frente a plagas como la criminalidad desbordada y tantas otras que nos agobian desde Tumbes hasta Tacna. Ese precario 2% de aprobación que le dan las encuestas también tiene que ver con su desdén por la prensa, negándose a responder (ya van más de 200 días) las preguntas de los periodistas. Ha asumido que somos sus enemigos y no es así.
Un jefe de Estado está en la obligación de hablarle a su pueblo, atender sus demandas, explicarle el porqué de tal o cual acción, y los medios de comunicación son una vía legítima y democrática. No basta con discursos inflamados de retórica desde estrados en ceremonias de registro. Esto implica un mal precedente porque el mutis puede ser normalizado como una costumbre política, aunque ya se ve en el Congreso cuando los padres de la patria corren por los recovecos del Legislativo para evitar las “preguntas fastidiosas”. Y se vienen las Elecciones Generales 2026. ¡Que León XIV nos ayude!
“Llega al Vaticano con un altísimo porcentaje de aprobación y, para empezar, ostenta algo que no se compra por kilos: Carisma, empatía…”.